La reacción de parte del pequeño comercio zamorano de no sumarse al Black Friday, y de casi todos los que se adhieren a estas rebajas porque no les queda más remedio para contentar a sus clientes en esta borrachera de consumo que han inventado en el Imperio económico, político, social y militar de los Estados Unidos, me ha recordado el chiste del elefante y la hormiga que van al cine:

"Saben de aquel que diu -dice en español- que está una hormiga en el cine cuando de pronto entra un elefante y se sienta delante de la hormiga. La hormiga hace lo que puede para ver: mira para un lado, mira para otro, arriba, abajo... ¡Y de repente ve un hueco en la butaca delante del elefante! Se pone en la butaca; se da la vuelta, y le dice al elefante: -¡A que jode!"

Pues algo así es lo que pasa con el pequeño comercio de Zamora y de todos los sitios: que llevan trabajando como hormigas toda su vida, pero que por su naturaleza no pueden crecer más, salvo que una pócima mágica les convierta en elefante como le ha sucedido a Amancio Ortega el de Zara, en cuyo caso pasan a ser grandes proboscídeos multinacionales y dejan de ser hormiguitas eusociales.

La depresión económica que sufre esta provincia en general y el pequeño comercio en particular no se cura con los ejemplos de éxito de los otros negocios o de otras zonas, que no hacen más que culpabilizarnos a los que no podemos salir adelante y estamos en declive.

Sucede con la depresión económica de la sociedad como con la depresión psicológica de una persona: que la insistencia para abordar sus problemas, los consejos bienintencionados y los ejemplos de los héroes que se crecen ante las dificultades aumentan la sensación de culpabilidad, y les hunden más en la depresión.

Acaban echando el cierre de la puerta en el caso de los comercios. Y de la vida en el caso de las personas.

El chiste de la hormiga y el elefante en el cine muestra que hay una competencia desigual entre grandes multinacionales del comercio y el pequeño comercio de proximidad de toda la vida, a favor de las primeras sólo por ser grandes; y que no se puede competir con las mismas armas porque al proboscidio no le molesta que la hormiga se siente en la butaca de delante, por lo tanto "no le jode" como se pensaba la valiente hormiga. Ni aunque fuera la hormiga atómica.

Si algo demuestra además este chiste es que los más pequeños necesitan un acomodador de la sala del cine que actúe con sentido común. Tarea de acomodador que corresponde a la sociedad y a sus representantes políticos, porque los elefantes querrán mantener su derecho a sentarse donde quieran apelando a su libertad si está efectivamente libre la butaca, aunque las hormigas se queden sin ver la película. Es lo que en la política y economía se llama la libertad de mercado, que es lógico que defiendan las multinacionales proboscídeas pero no que lo hagan las hormigas que, por ser pequeñas, en la sabia naturaleza se defienden colaborando para sobrevivir, por lo que forman parte de los insectos sociales.

Esto que pasa con los pequeños comercios zamoranos: que no pueden competir ni con el súper del barrio en la alimentación, ni con las cadenas nacionales de ropa, ni con el híper europeo en todo, ni con los chinos -¿de China?- en todo también; que han cerrado, por orden de desaparición más o menos, ferreterías, bazares y electrodomésticos, mercerías, droguerías, perfumerías, tiendas de muebles, librerías, lencería, zapaterías, tiendas de ropa y boutiques, joyerías, jugueterías, pastelerías, pescaderías, carnicerías, charcuterías, fruterías, panaderías y quioscos, y más tiendas especializadas que no recuerdo, ¡perdón!; que aguantan el tirón ante el Black Friday, las rebajas fuera de temporada de rebajas, las ofertas y los ofertones... ¡y ya no hablo del comercio digital!

Esto que pasa con el pequeño comercio de Zamora ha pasado en todas las empresas de cualquier sector, donde los grandes pueden plantear estrategias de pérdidas temporales en el negocio con tal de acabar con la competencia de los pequeños en ese libre mercado en el que el pez grande se come al chico, y cuando el chico ha desaparecido, todo es pan comido.

Así me lo advertían no hace muchos años las trabajadoras de los servicios de ayuda a domicilio, que sabían que a los elefantes empresariales que competían para hacerse con el contrato del servicio no les importaba licitar por debajo de los costes del libre mercado. Porque lo que perseguían era acabar con cualquier competencia para ser los reyes del mercado. Y a partir de ahí despedirlas o bajarles el sueldo -decían ellas con razón- e imponer salarios y precios como un monarca absoluto.

Volviendo al comercio zamorano, desde las asociaciones del sector en la provincia acaban culpabilizando también a los consumidores que, hartos de luchar contra la propaganda pagada por el capital proboscídeo, se rinden ante las multinacionales que ni siquiera tienen una sucursal en la provincia, y se van a consumir a las provincias limítrofes donde los elefantes han decidido instalar su campamento o residencia o como quiera que se llame el sitio donde descansa la manada. O sea, Ikeas, Cortinglés, Ríosopin, Equinocios...

Por supuesto, para los comerciantes zamoranos también la culpa es del alcalde Guarido, el de ahora, que aunque no es comunista anda con ellos en Izquierda Unida, y que tampoco se compra un traje decente. (No se dan cuenta de que siempre sería mejor el del Cortinglés -según el libre mercado- como para todos los que no valoran el trabajo de las hormiguitas de Zamora, que no es el caso).

No se da cuenta el comercio zamorano de que lo que tiene que hacer no es jugar con las cartas marcadas del libre mercado donde ganan los elefantes, sino con las hormigas zamoranas que cooperan entre ellas para ser: la tienda del barrio que recuerda lo que quieres aunque se te haya olvidado; que saben lo que te sienta mejor; que se acuerdan del cumplemés de tu nieta y del cumpleaños de tus familiares; que te prestan sin intereses si se te ha olvidado el monedero aunque a veces sepan que estaba vacío. Que te ofrecen lo mejor de sí mismas porque tienen más oficio que beneficio.

Eso es lo que no se puede perder en la sociedad. Y por ello luchemos en defensa del pequeño comercio de mi barrio y de mi pueblo donde te llaman por tu nombre. Porque ahí ganamos las hormigas a los elefantes pese a que dicen que tienen mucha memoria.

Y al menos luchemos porque las hormigas tengan preferencia para sentarse en las primeras filas sin negar el derecho de los elefantes a ver la película a su bola (puta socialdemocracia). O demos un paso más para decir que si son tan grandes como un proboscidio, paguen a la sociedad por ocupar más butacas (putos impuestos). O prohibamos la entrada al cine a los que superen cincuenta millones más que el peso de una hormiguita, o sea 150 kg, que ya está bien (puta planificación de la economía aunque no revolución). Eso igual sí que les jode.

Y no es política, es pura biología o supervivencia de las especies. (Y que conste que me caen muy bien los elefantes biológicos porque son muy pacíficos. Y también los lobos y los buitres ¡Animalicos!).