Quizá haya lectores a los que aún no les suene mucho el nombre de este gran creyente inglés por el que muchos sentimos una especial admiración y nos alegramos enormemente de que, por fin, la Iglesia lo haya canonizado el pasado 13 de octubre. Aquí rendimos este modesto homenaje a quien ha sido el mejor teólogo del s. XIX, todo un profeta de nuestro tiempo. Recomiendo la lectura de un estupendo artículo sobre él publicado en ABC (en esa citada fecha) por otro gran teólogo, Olegario González de Cardedal.

El nuevo santo nació en Londres el 21 de febrero de 1801 y fue en el Colegio preparatorio de Ealing donde experimentó una conversión espiritual que le puso en el buen camino. Tras sus estudios universitarios en el Colegio Trinity de Oxford, le eligieron para dar clase en el Colegio Oriel, de la misma Universidad. Ordenado para la Iglesia Anglicana fue párroco de Santa María de Oxford, donde ejerció una enorme influencia religiosa sobre sus feligreses y sobre todos los estudiantes en general. A partir de 1833 se convirtió en el dirigente e impulsor de la renovación espiritual anglicana denominada "Movimiento de Oxford". Su formación histórica y teológica sobre los Padres de la Iglesia le llevó a la conclusión de que la Iglesia Católica romana era "el único rebaño de Cristo". Este proceso significó una prologada lucha interior, a raíz de la cual se retiró a la preciosa aldea de Littlemore, para dedicarse a una vida semimonástica de oración, penitencia y estudio. Algunos hemos tenido la suerte de peregrinar hasta sus aposentos y disfrutar de la paz que allí se respira. Es en este lugar donde en 1845, Domingo Barberi, misionero pasionista italiano, le recibió en la Iglesia Católica. Esto le supuso ser excluido de sus anteriores relaciones familiares y amistosas y así fue ordenado sacerdote en Roma. Volvió a Inglaterra donde fundó en Birmingham y Londres la congregación del Oratorio. Fue rector fundador de la Universidad Católica de Irlanda, ayudó incansablemente a los pobres de su Parroquia y un largo etc.

Sufrió mucho a causa de malentendidos, sospechas y oposición contra él por parte de algunas autoridades eclesiásticas pero se mantuvo siempre totalmente leal a la Iglesia; de hecho en 1879 el papa León XIII le nombró cardenal, con alegría de todos los ingleses. A su muerte, el 11 de agosto de 1890, hasta la misma prensa anglicana dijo que él, más que nadie en Inglaterra, había conseguido el cambio favorable de actitud de los no católicos hacia los católicos.

Al estrenar este tiempo de Adviento nos hará mucho bien la lectura y meditación de "Esperando a Cristo" y otras homilías selectas (Edit. Rialp).