El Adviento es el tiempo de alimentar la esperanza que nos prepara a la doble venida del Señor: la histórica en la encarnación, por medio de María (Navidad), y la escatológica al final de los tiempos. El Adviento es tiempo propicio para anunciar la liberación en base a las promesas de libertad y justicia hechas por Dios, aunque todavía no realizadas en su totalidad. Es tiempo, además, de vigilancia ante lo que esperamos, que es el retorno de Cristo en la plenitud de su reino.

Adviento nos habla de la manera que tenemos de mirar la historia, que se nos presenta en la primera lectura de Isaías: "Caminemos a la luz del Señor", "de las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra".

San Mateo, mirando lo que sucede en el presente, en el momento histórico de cada uno y de la sociedad, nos propone lo que es el Adviento: "Estad, vigilantes, porque no sabéis que día vendrá vuestro señor", "Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre". Una persona sin esperanza, no es persona en plenitud, un cristiano sin esperanza, no es cristiano.

Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida nunca a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.

En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia o el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los excluidos.

Adviento no es solo la preparación para celebrar dignamente un acontecimiento que se produjo hace más de veinte siglos. El adviento debe ser un tiempo de reflexión profunda, que me lleve a ver más claro el sentido que debo dar a toda mi existencia.

Hoy Jesús nos convoca a mirar el futuro, en una actitud de vigilancia. Y es que, en lo profundo del corazón, el hombre de todos los tiempos anhela un futuro abierto a la liberación y a la salvación, que le habrá un haz de posibilidades grandiosas.