El mayor problema del resultado electoral de hace quince días, esto es, la dificultad aritmética para investir un gobierno estable y responsable no se hubiera dado en un país con políticos normales y un líder del partido más votado leal a su nación, a su constitución y a su historia. No se hubiera dado porque no habría habido repetición electoral cuando dos de sus fuerzas políticas principales y colindantes -aunque no coincidentes- en sus postulados ideológicos sumaban mayoría absoluta tras las elecciones de abril.

Aparte de la vanidad intrínseca al personaje y de la avalancha de noticias, rumores y "fakes" mediáticos y políticos, no está de más que nos preguntemos qué es lo que hay un paso más allá de ese empeño en provocar la repetición electoral sin más argumento que el de repetir con la consistencia de un mostrenco y la chulería del abusón del colegio que o me dejáis gobernar en solitario o nos vemos los puños en las urnas.

El mayor problema generado por este absurdo es que ahora ya no hay mayoría estable que puedan conformar dos partidos colindantes lo que hace que parezca única solución lógica aquella salida que no es solución sino profundización en la debacle. Queda un atisbo de esperanza en que todo se vaya al traste y, en una convulsión desde dentro del PSOE, pongan de patitas en la calle a Sánchez, de forma que se pudiera articular una gran coalición constitucionalista, de estabilidad y progreso encabezada por otro socialista, tal vez García Page. Algo se está trabajando al respecto pero no parece fácil su llegada a puerto.

Descartada a priori una tercera cita electoral, solo queda un adefesio de pacto posible en el que, desde las vísceras, el PSOE se una a la ultraizquierda más liberticida y añeja y a quienes, desde la extrema izquierda o la más alcanforada derecha clasista y racista, ya no utilizan otros términos distintos del de independentistas para definir su objetivo político. Un gobierno Frankenstein hecho cuya conformación no será la meta sino solo el inicio para esa transformación radical que algunos pretenden.

En su día, esas vísceras del PSOE las encarnaron Prieto y Largo Caballero en contra del criterio de Julián Besteiro y otros que como él creían en la democracia y no en el totalitarismo soviético. Aquéllos ganaron, éstos perdieron, como todos los españoles de bien, con una trágica y despiadada Guerra Civil desatada en el 36 pero que comenzó en el fracasado intento revolucionario del 34 y continuó con la estalinista utilización del asesinato político selectivo y el genocidio calculado como instrumentos políticos.

¿Y si no fuera el gobierno lo que se busca sino cambiar el régimen constitucional para desbloquear la independencia que algunos catalanes y algunos vascos pretenden imponernos al resto de ciudadanos de toda España? ¿Y si no es hacer políticas de izquierdas lo que se pretende sino sustituir la democracia liberal y la libertad económica por eso otro que ya sabemos? ¿Exageración o ciencia ficción? ¿En pocas semanas será la república la primera excusa?

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