Cuantas veces habremos escuchado la famosa expresión: "Hoy no. Mañana". Y cuántas veces la hemos utilizado para desentendernos de algo o de alguien; para dejar las cosas para otro momento por pereza, cansancio o necesidad; o simplemente para dar una nota de humor con la conocida frase de José Mota. En muchas ocasiones he preferido dejar las cosas para mañana solo porque ¿cómo me voy a poner a hacer eso ahora?, si nadie lo hace, si ahora no es la mejor hora, si es que... Excusas que nos impiden ver el valor del hoy frente al mañana o el si lo hubiera hecho ayer. Y eso me pasó a mí hace unos días en la parroquia de San Marcial, cuando por hablar de un café terminamos haciendo hoy lo que planteábamos hacer para algún día.

La pregunta al final es: ¿cuándo es el momento adecuado en la vida? Probablemente cuando lo fue en el pasado o cuando lo sea en el futuro. A veces, nos cuesta mucho afrontar el hoy de las cosas y hacer frente a lo que Dios pone en nuestras manos cada día de nuestra vida por miedo a que se haga realidad lo que tememos. Y así, continuamente nos quedamos en el pasado, "Saúl era nuestro rey" (2 Sam 5, 2), para no abrirnos al futuro, "Tú serás el pastor de mi pueblo" (2 Sam 5, 3), que nos quita lo que siempre hemos tenido. Pero no nos queda otro remedio en la vida que afrontar la realidad que nos toca vivir, "ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén" (Sal 121).

Algo así sucede en el Evangelio de este domingo que nos relata el fragmento del diálogo que Jesús tiene con los dos ladrones crucificados con él en la cruz. Uno de ellos, como las autoridades, ante el miedo mira al pasado de Jesús que ha hecho milagros con otros para que le suceda a él como en el pasado ("a otros ha salvado... sálvate a ti mismo y a nosotros" Lc 23,35.38); el otro, por temor ante la situación en la que se encuentra, mira a Jesús para alcanzar algo en el futuro ("acuérdate de mí cuando llegues a tu reino" Lc 23, 42). La respuesta de Jesús no se queda en el pasado, ni en el futuro, sino en el presente "Hoy estarás conmigo en el paraíso".

Tal vez, sea este el Reino de la fiesta del Rey que celebramos en este último domingo del Tiempo Ordinario. El Rey que es principio, primogénito, primero y por quien todo se mantiene en Él (cf. Col 1, 12-20). El Reino del hoy con el Rey de siempre con el que estar cada día. Solo "hoy" en la circunstancia que nos encontramos podemos encontrarnos con el que estuvo a nuestro lado para cambiar nuestra vida para siempre o como canta India Martínez "hoy voy a verte de nuevo..., susúrrame en tu silencio..., voy a alegrar tu tristeza..., pa´ que este amor crezca más".