Una década y casi dos mil folios después, el caso de los ERE, conocido como el mayor caso de corrupción en España, tiene por fin sentencia. El fallo, que condena a prisión a algunos dirigentes como José Antonio Griñán y a inhabilitación a otros tantos, como es el caso de Manuel Chaves, ambos ex vicepresidentes de la Junta de Andalucía, vamos, los dueños del cortijo, pone punto final al mayor caso de corrupción, al más recalcitrante y en el punto de mira al Partido Socialista.

Sí, sí, ya sé que en el Partido Popular también hay corruptos, que fue la corrupción la que le costó la presidencia a Rajoy, pero en vista de que no se utiliza la misma vara de medir para todos los casos, hoy toca PSOE-ERE-Andalucía. Llevamos esperando diez años, oyendo hablar de la bonhomía de los imputados, de sus bondades, de su honradez y de su honestidad. Hay quienes, sistemáticamente, han venido poniendo la mano en el fuego por Chaves y Griñán e incluso por Magdalena Alvarez que llegó a ser ministra en un gobierno Zapatero. Sí, hombre, aquella que quiso colgar a Esperanza Aguirre de la catenaria del AVE. Exdirigentes socialistas que han defendido hasta la extenuación la inocencia de los hoy condenados.

Que hay distintas varas de medir es un hecho sobre el que no cabe discusión. El mejor ejemplo lo constituye Pablo Iglesias quien ha mostrado un doble rasero preocupante. Pidió echar a Mariano Rajoy por Gürtel y sin embargo y ante la posibilidad de poder llegar a ser vicepresidente de la maltrecha España, en esta ocasión ve en el bipartidismo el culpable de los ERE. Iglesias ha reaccionado con tibieza calculada. La condena, demoledora para el PSOE andaluz, ha puesto también de manifiesto las diferencia de Podemos con su sucursal andaluza, mucho más crítica, mucho más dura en sus apreciaciones.

Como no podía ser de otra forma, el PSOE de Sánchez se ha desvinculado del asunto, del feo asunto, alegando por boca del ministro en funciones Abalos que ninguno de los condenados tenía responsabilidades en el partido desde hace diez años. Es una forma un poco cobarde de no asumir lo que a otros les han echado en cara cuando están en las mismas. Rizando el rizo, el señor Abalos ha levantado el índice acusador, señalando, ¡cómo no!, a su oponente favorito, el Partido Popular, prácticamente echándole la culpa de los ERE, de la sentencia y de todo lo demás porque, según el ministro en funciones, tapan así las vergüenzas del Gürtel. Pero si al igual que sobre los ERE se ha extendido desde el comienzo una pátina de silencio, a la Gürtel nos la han metido hasta en el baño. No se hablaba de otra cosa en España. Se utilizó la susodicha hasta la saciedad para tapar la podredumbre de los ERE. Sólo que el señor Ábalos pretende hacernos creer lo contrario.

A ver ahora los de la transparencia y esas cuestiones, qué dicen y, sobre todo, qué hacen al respecto. Sí, ya sé que en el Partido Popular hay otros casos además de Gürtel. Y en el Partido Socialista también, algunos con fallo en los juzgados y otros pendientes de juicio. El currículo de los socialistas también está plagado de corrupciones y corruptelas de todos los calibres. Sombras de corrupción alarmantes planean sobre Asturias, Galicia y Valencia. Pero de eso apenas se habla. Hay que seguir martilleando con la Gürtel, que también. Estas cosas hay que dejarlas en manos de la Justicia. Aunque ha tardado mucho, la Justicia ha hablado, señalando, por feo que sea eso de señalar, a altos dirigentes socialistas. Pero, tranquilos, nadie va a salir a la palestra para asumir responsabilidades.