A través de un sencillo correo electrónico, Rafael Lazcano me pone al corriente de la presentación del libro homenaje al profesor zamorano Octavio Uña Juárez. Con humildad franciscana, el señor Lazcano se presenta como 'editor' de nuestro poeta internacional, siendo como es un magnífico historiador, bibliógrafo, biógrafo y polígrafo, un intelectual respetado y querido que hace de la sencillez, de la humanidad, de la calidad y de la calidez, la norma y la forma. El evento tendría lugar el 12 de noviembre. Le prometo zamorear como corresponde, con el orgullo lógico de quien se siente muy orgullosa de Octavio, un zamorano patrimonio de las letras españolas, un hombre ilustre, un erudito, un gran pensador, que tiene el privilegio de la sabiduría: sabe escuchar. En España pasan cosas en esos días a las que hay que dar prioridad y no cumplo la palabra dada.

Hoy, con tranquilidad, hago algo más que cumplir con el señor Lazcano y con Octavio. Hoy, con tranquilidad, zamoreo el magnífico acto de presentación que concitó en torno a la figura de Octavio Uña a un selecto e importante número de personalidades del mundo académico, que rindieron un merecido homenaje a nuestro poeta. No podían haber elegido para la celebración un lugar más emblemático, un lugar extraordinario por el que han pasado a lo largo de su larga historia los más grandes intelectuales que ha dado España: el Ateneo de Madrid. Un lugar con una simbología especial que se convirtió en el marco ideal para acoger tanta belleza y tanta emoción.

El libro homenaje, una joya en tres tomos, no podía tener un título más adecuado, un título que con solo pronunciarlo viene de inmediato a la memoria la vida y la obra de Octavio Uña: "Intellectum valde ama", Ama intensamente la inteligencia. Eso ha hecho a lo largo de su vida el profesor Uña Juárez, amar la inteligencia, servirla, utilizarla como vehículo de entendimiento, al servicio de la poesía, de su tierra, de la paz y del amor. Así es Octavio: inteligente analítico, inteligente creativo e inteligente práctico. De cuantos y cuan buenos amigos se ha rodeado siempre el profesor Uña. Personas de una importante potencia intelectual que brillan en medio de tanta mediocridad. Personas que al modo y manera del señor Lazcano conocen el valor de la sencillez, pronunciando grandes lecciones de vida, plenas de sabiduría que ponen de manifiesto su grandeza. No en vano, la sencillez es una cualidad de las personas extraordinarias, una de las virtudes más grandes del ser humano que, desgraciadamente, no adornan a todo el mundo.

He visto una serie de fotografías del homenaje a Octavio Uña y debo decir que se trató de una ceremonia al más alto nivel, en la que todos y cada uno de los doce magníficos del mundo académico y de la sociología que ocupaban lugar en la mesa de la palabra junto al profesor, le dedicaron palabras de agradecimiento y admiración. No era para menos. Lograr reunir a tantas autoridades del mundo académico sólo se consigue merced a una trayectoria como la de Octavio, marcada también por el compañerismo, la colaboración y la participación, lo que le ha llevado a viajar por el mundo y a compartir palabra y saber con los mejores. De su gran labor académica, didáctica y social, realizada a lo largo de tantos y tan intensos años de ejercicio, dan fe las numerosas muestras de adhesión que ha recibido de todo el mundo, porque en todo el mundo ha dejado su huella, su influencia, su saber y su sabor.

Es de recibo dar las gracias a Octavio por enriquecer nuestras vidas con su poesía, con su sabiduría y con su bonhomía. Sobre todo por habernos mostrado las claves para amar intensamente la inteligencia.