En la mesa electoral en la que estuve de representante por el PSOE en las pasadas elecciones hubo incredulidad e indignación a medida que se iba avanzando en el recuento de los votos. Vox, un partido político extremista que se consideraba marginal había conseguido el 211% de los votos emitidos, con lo cual era el tercer partido político con mayor número de sufragios y en toda la comarca de Sayago el porcentaje de votantes a Vox está entorno al 24%.

El pasado verano hice un estudio de la riqueza de esta comarca por sectores, el conjunto de las pensiones es superior a los demás considerados aisladamente, pues un cuarto de los electores han decidido que el partido que lleva en su programa privatizar las pensiones, la sanidad y los estudios universitarios sea el que mejor los representa.

Mis reservas de incredulidad ya están vacías y lo único que me queda es el dolor porque mi generación, que no hicimos la guerra incivil española pero sufrimos las consecuencias, no nos sintamos avergonzados por no haber reflexionado sobre lo que estábamos metiendo en el sobre. El principal punto de referencia de nuestra educación moral y política no ha tenido nada que ver con los valores que representa la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamados en 1948 después del inmenso sufrimiento de la II Guerra Mundial. La realidad de que exista una Europa democrática es el fruto de la decisión de unos hombres que vivieron el horror de los campos de exterminio, de los campos de batalla, de la destrucción, primero de los valores humanos y después de las ciudades, y se sintieron avergonzados por no haberse opuesto al descaro brutal del odio cuando hubo tiempo en la década de 1930-1940. Con todo lo negativo que representa el auge de la extrema derecha en España. Lo peor que contenían los sobres con el "maldito" voto es el deseo de los votantes de crear una sociedad en la que una buena parte de ella tenga que vivir con miedo, entre ella mi hija, por el hecho de haber nacido mujer y los extranjeros porque no acaban de asumir la condición de esclavos.

En la mesa en yo estuve no es nada difícil adivinar el perfil humano de los votantes, alguno estuvo rezando en la Iglesia con el sobre que contenía el voto del odio en el bolsillo. No sé qué deducirían del mensaje del Evangelio pero era para los católicos el "Día de la Iglesia Diocesana" y el lema "Sin ti no hay presente. Contigo hay futuro". La Parroquia representa para los creyentes la Gran Familia Universal y siempre necesitará de ayuda, no comprendo cómo se puede hacer compatible esa doble actitud. Tengo la sospecha de que necesitaban una estructura organizada para canalizar su odio y la han encontrado y el odio racial estaba agazapado para traicionar los valores universales en el momento en el que pudiera hacerlo sin la posibilidad de ser descubiertos. Esa actitud tan bíblica de "tirar la piedra y esconder la mano" se ha puesto en evidencia el 10 N de 2019.

Durante los últimos 50 años ha predominado la imagen de los extremistas racistas de derechas como unos tipos tatuados, con la cabeza rapada, borrachos y con menos luces que una babosa, ahora ha sido suficiente con que se hayan unido entorno a la figura de un intelectual barbado un grupo de intelectuales sofisticados educados en las mejores universidades europeas, que hablan idiomas y les digan a la gente por televisión lo que están deseando oír para que hayan obtenido en el Parlamento Español una representación desproporcionada para el funcionamiento normal de la sociedad. Eso es lo que va a ocurrir cualquiera que sea el Gobierno que ahora se elija. Vox no ha nacido por generación espontánea, es el resultado de los que se consideran próximos a ellos, y en muchos casos han ido de la mano, que durante mucho tiempo crearon y cultivaron la negación de la igualdad de derechos y la protección para todos los seres humanos. "Primero vinieron a por los judíos y yo no era judío...".

(*) Portavoz del Grupo Socialista del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende.