Parece condición sine qua non ser joven y guapo o guapa, para optar a cargos relevantes en los partidos políticos, especialmente para llegar a ser sus líderes, y si no a la muestra me remito. PSOE, Cs, Podemos y PP son buena muestra de ello. Sánchez, Rivera, Iglesias, Casado justifican lo que digo, todos ellos altos y espigados, por encima del uno ochenta, entre los treinta y los cuarenta años, y sin un gramo de grasa. En la misma línea Lastra, Arrimadas, Montero y Díaz Ayuso en la parte femenina.

Unos y otras podrían servir perfectamente de imagen para la campaña de invierno de El Corte Inglés. De hecho, si quitáramos el sonido a la televisión, cuando aparecen en los telediarios, resultaría difícil diferenciarlos, porque todos encajan en el mismo nicho, tanto en aspecto y prestancia como en estatura. Pero claro, no debe extrañar que sea así, porque los partidos no funcionan en base a ideologías, sino a imágenes y eslóganes que proponen el marketing y los estudios de mercado. No quiero decir con esto que sea mejor que fueran feos o feas, o bajos y gordos, o con cara de mala leche, pero es que llega a chocar que gente como ellos y como ellas no se encuentra mayoritariamente por la calle, ni tampoco en el autobús o en el metro, porque la mayoría no somos así y, claro, llama la atención que pocos de ellos respondan a nuestros estándares.

Hubo unos años en los que entre los líderes o lideresas había de todo, así iban de "galanes" Adolfo Suarez o Felipe González, y de "feos" Manuel Fraga, Santiago Carrillo o Alfonso Guerra. Entre las mujeres sucedía lo mismo, pues se alternaban los aspectos y los looks de manera natural, así convivía Carmen Alborch con Cristina Almeida, o Carmen Díaz de Rivera con La Pasionaria. Pero claro, era una época en la que los líderes y lideresas eran los que marcaban la pauta de lo que eran o iban a ser sus partidos, y no a la inversa; era un tiempo en el que lo que más importaba eran los programas (Y si no que se lo pregunten a Anguita que se lo recordaba, cada dos por tres, a todo el que encontraba a su paso) y no los eslóganes.

Entonces se daba el caso que para los puestos más relevantes se elegían a los militantes más relevantes, con independencia de ser o no apuestos y gallardos, los mejor preparados o con mayor experiencia, y ello en función del cargo que iban a ocupar. Así que los que iban al congreso o al senado se suponía que eran los más capacitados, seguidos a continuación por los cargos autonómicos, y, por último, salvo los casos de Madrid y Barcelona, los predestinados a los cargos municipales. Pero ahora se está dando el caso que quienes no fueron capaces de obtener el cargo de alcalde en unas elecciones, son elegidos para diputados o senadores, lo que vendría a decir que los cargos municipales ahora son más importantes, o que para ser diputado o senador vale cualquiera, con tal que alguien lo coloque en los primeros lugares de determinada lista.

Los tiempos van cambiando, si bien los partidos llamados clásicos siguen manteniéndose en los primeros puestos del ranking, aunque se hayan visto envueltos en escándalos económicos. Sin ir más lejos, en estos días publicaba un periódico, de tirada nacional, una reseña recordando que, en este momento, había nueve expresidentes de comunidades autónomas procesados: uno de CiU, dos del PSOE, y seis del PP, repartidos entre Cataluña, Andalucía y Madrid y Valencia, respectivamente. Por otra parte, aunque no se haya publicado últimamente, todo el mundo sabe que doce de los catorce ministros del gobierno de Aznar, han corrido igual o parecida suerte que la de los citados expresidentes, y claro, eso no contribuye a que los ciudadanos confíen en la clase política, y al paso que va la burra no sería de extrañar que, cualquier día de éstos, tampoco los respetara, porque para ser respetado, primero se tiene que ser respetuoso.

Es de esperar que los concienzudos estudios sobre prospecciones electorales, que ahora tanto proliferan, estén aconsejando a los donosos líderes y lideresas que cuiden, además de su aspecto exterior, también el interior de sus partidos, para que no vuelvan a repetirse los escándalos protagonizados por parte de algunos de sus antepasados. De ser así, los partidos de nueva creación tendrían buena culpa de ello, porque, con su presión, a pesar de sus altibajos, y de las ansias y tentaciones de apuntarse al pesebre fácil, el hecho de estar ejerciendo de mosca cojonera le está viniendo bien al sistema para hacer espabilar a los dinosaurios. Lástima que de las facultades no salgan de vez en cuando hombres de estado, ni tampoco negociadores políticos de las escuelas de negocio.