O eso dicen los expertos en economía. No se puede disfrazar con un optimismo mal entendido la realidad por la que atraviesan las prestaciones económicas en España y que a tenor de lo vertido por la prensa global se está moderando hasta el punto de asegurar que aunque de momento se mantiene el crecimiento, las últimas cifras muestran una desaceleración y un comportamiento de la economía más débil del previsto. Esos mismos medios apuntan que España ya empieza a sentir el frenazo global y las tensiones en torno al comercio, además del feo y prolongado asunto del 'brexit' que afecta especialmente a nuestro país.

No tienen porqué enmascarar la realidad que es palpable para empresarios y para trabajadores. A los pésimos datos de la última Encuesta de Población Activa le remito. Las cifras de desempleo registradas en el Servicio Público de Empleo Estatal han ido en consonancia a lo esperado y han empeorado las cifras con respecto a las del mismo mes del año pasado. En España, y Zamora no es ajena al problema, el número de desempleados se sitúa casi en el doble del año anterior. Casi cien mil desempleados mas. Exactamente 98 mil. Para más inri, también ha decaído el número de afiliados a la Seguridad Social que suma más de 106 mil nuevas afiliaciones que, no obstante, son 25.000 menos que el pasado año.

La situación en España no está para lanzar cohetes pero tampoco está para que el Gobierno se ande con paños calientes o como para, en un arranque de inteligencia sin precedentes, el ministro de Fomento en funciones, señor Avalos, nos suelte esa frase que ha corrido como la pólvora por las redes sociales: "Hay más paro porque hay más confianza para encontrar un empleo". Los jeroglíficos son más sencillos, son más fáciles de desentrañar. Hay más paro que el pasado año por estas fechas y encontrar un empleo se convierte en una aventura sin fin para llegar a la nada.

La prensa internacional se fija en España y hace sus deberes. Los periódicos franceses, en concreto se ponen de acuerdo en reconocer que el crecimiento español se ralentiza, aunque la deuda pública española se mantiene estable. Y todos a una hacen hincapié en que la culpa de esa desaceleración, en parte, la tiene la inestabilidad política que padece España. Inestabilidad que no sé yo si tendrá arreglo el 10N o iremos a peor. Me cuenta un conocido economista que: "los últimos datos macroeconómicos evidencian una desaceleración mayor de la prevista". Y todos sabemos a qué conduce la desaceleración y en qué termina todo el proceso. Una palabra que odia, no sé por qué, la izquierda. Esa palabra no es otra que crisis.

Hay que ser valiente y llamar a las cosas por su nombre. No por ignorarla deja de existir. La recesión está en las puertas y hay que saber afrontarla, hay que saber combatirla, hay que asumir lo que ocurre y ni tratar de engañar al prójimo que somos todos, ni tratar de ocultar, ni tratar de disfrazar la realidad. Lo que tenga que ser, será, ayudado por la parálisis política que todo lo condiciona, trastoca y detiene. El Gobierno que salga de las elecciones del 10N no lo va a tener nada fácil. Entre otras cosas tendrá que hacer frente a un cambio de ciclo. Y en medio de esa vorágine saldremos perdiendo los de siempre, los trabajadores, las economías domésticas, los colectivos económicamente débiles.

Tan mal está la cosa, por mucho que traten de ocultarlo, que no estamos para hablar de equidad salarial hombre-mujer. Como tampoco lo estamos para echar mano del de siempre: el turismo, cuyo agotamiento es real y cuyo techo está, al parecer, más cerca que nunca. Y todo esto, si ánimo catastrofista.