La ignorancia es una página triste que recuerda lo grises que son las personas que son se rinden ante el saber. Me viene a la cabeza Fahrenheit 451; una brillante novela de Ray Bradbury. El título habla por sí solo; en la escala Fahrenheit es la temperatura con la que el papel de los libros se inflama y arde. El protagonista de la novela es un bombero, obsesionado con quemar todos los libros que encuentra; su actitud es la despiada rigidez que no contempla, que lo equivalente a tener millones de dólares es el saber.

Dijo Ray Bradbury: "No les des materias resbalizas, como filosofía o psicología, que engendran hombres melancólicos. El que pueda instalar en su casa una televisión y hoy está al alcance de cualquiera, es más feliz que aquel que pretende medir el universo, o reducirlo a una ecuación".

Todas las opiniones son respetables pero no todas tienen el mismo valor. Vivimos tiempos en los que todo el mundo opinamos, y lo peor, sin anotar lo esencial de una conversación: que es tener algo qué decir, por supuesto, más importante que nuestro silencio. La ignorancia no es previsión de esperanza, al contrario, es un estado gregario que desestima todo aquello que no forma parte de la progresiva decadencia de la falta de conocimiento. Creo que uno de los mejores instrumentos para buscar la excelencia son los libros. Ya lo he dicho alguna vez, por razones ideales y de reserva, siempre que voy a una casa (lo primero que hago es buscar con la vista la biblioteca) sí, un hogar que tiene presente el conocimiento, es un hogar llamado a buenos estímulos.

Estamos en época de campaña electoral; junto al trago de la opinión (muchas veces) está la ignorancia. Hay personas que tienen la necesidad de hablar, aunque no tengan que decir nada. ¿Qué puede pensar alguien que no lee, que no es instruido, que no viaja, que no tiene amor por el conocimiento y reniega del arte? Ellos, los filisteos, tienen la "satisfacción" de ser escuchados por gente parecida. Juntos tienen el impulso de criticar todo lo que su estrecha mente no comprende... Los políticos pueden tener la culpa de muchas cosas: pero jamás de nuestra ignorancia. Quiero terminar diciendo que en España se están cerrando demasiadas librerías. ¿Saben? Creo que igual que comemos para nutrirnos, debemos amar el conocimiento para ser menos ignorantes...

La opinión es una muralla carnosa que pone de un lado a los que piensan y del otro a los que hablan.