El evangelio de hoy nos muestra a Zaqueo, un hombre pequeño, física y moralmente, que va en busca de Jesús. Para su sorpresa, Jesús es el que sale a su encuentro y se auto invita a ir con él a su casa. La escena se mueve en un juego de miradas. Zaqueo quiere ver a Jesús, pero la multitud se lo impide. Jesús levanta la vista y ve a Zaqueo encaramado al árbol. La gente lo observa y critica a Jesús. Miradas muy distintas entre ellas.

Jesús se detuvo, no pasó de largo precipitadamente, lo miró sin prisa, lo miró con paz. La mirada de Jesús es compasiva; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida. Comiendo en casa de Zaqueo, Jesús rompe barreras y muestra que el cambio es posible.

Lucas no describe el encuentro. Sólo habla de la transformación de Zaqueo. Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero, sino en el sufrimiento de los demás. Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y compartirá sus bienes con los pobres. No se conforma con ver a Jesús; actúa en conformidad con su voluntad. Así, gracias a la benevolencia de Jesús, la casa de un hombre despreciado se convierte en casa de salvación. Zaqueo se convierte en un hombre consciente y gozoso de haber sido perdonado por Dios, habiendo vuelto al camino recto, ha experimentado una extraordinaria transformación.

El encuentro de Jesús con Zaqueo le cambia la vida. También hoy necesitamos encontrarnos con Dios, con su mirada de misericordia y cambiar de vida, descubrir el auténtico sentido de la existencia.

Dios nos desconcierta porque no actúa siguiendo nuestros criterios. Nosotros nos alejamos y rompemos la relación con el que ha cometido una equivocación o no nos cae bien, además no entendemos y criticamos que Dios se le acerque. Dios se acerca a todos, Jesús en el evangelio se acerca a un "pecador" y le pide que lo acoja en su casa. Actúa como el médico que no piensa en cómo se ha producido la herida sino en qué puede hacer para curarla.

Dios nos ofrece la oportunidad de resarcir el daño cometido convirtiéndolo en un bien mayor. Zaqueo toma conciencia de sus errores y decide subsanarlos. La salvación de Dios hace posible que sobreabunde la gracia allí donde abundó el pecado. Señor danos sabiduría para descubrir lo que hacemos mal y danos tu Espíritu para saber cómo lo podemos reparar.