En cierta ocasión me contaron un chiste que terminaba diciendo: "cada uno llora por donde lo siente". Y tal vez sea cierto, pero ¿por dónde lo siente el que llora o por dónde lo siente el que lo ve llorar? Las apreciaciones sobre los sentimientos o acciones de las personas son tan diversas como personas las observan o sienten. Yo recuerdo que de niño siempre me decían mis padres: "tú mira qué es lo que has hecho tú y déjate en paz de si el otro hace o deja de hacer". Y es verdad, pero al final, incluso si haces lo que te sale del corazón, cuenta, incluso, desde dónde lo haces. Porque en nuestra conciencia social y cristiana al que se le ve es un orgulloso y al que no se le ve es el humilde. Es decir, por el mero lugar en que te encuentres eres justo o pecador, haces lo debido o no.

La parábola del fariseo y el publicano viene hoy a situarnos a cada uno en el lugar en que nos encontramos, no en el lugar físico sino en lo que Jesús indica al comienzo como clave de interpretación de la parábola: "algunos que teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos, y despreciaban a los demás" (Lc 18,9). Tal vez hayamos pensado siempre en nuestra vida que con ponerse en un sitio u otro es suficiente para mostrar nuestras intenciones y saber lo que somos, pero yo creo que no es cierto. Haber nacido en un sitio u otro, ser practicante o no practicante, tener mejor o peor casa, estar en la iglesia o la puerta, ir en coche o en bicicleta, usar cleriman o camisa de cuadros, ser joven o mayor, tener un puesto de trabajo importante o menos importante, estar el primero o el último, ir con marca o sin marca, usar Iphone o Samsung no te da la salvación o te la quita sino el "combatir bien el combate en la carrera de la fe" (cf. 2 Tim 4, 6-8). En un tiempo que tiene más filtros que nuestro perfil de Instagram es necesario ir sin filtros para que nuestra humildad sea la de escuchar a Dios, bendecirlo e invocarlo en todo momento (Sal 33).

Una buena amiga me dijo: "valora lo que tú eres y sácalo to pa´fuera". Saber lo que somos, lo que hemos recibido y lo que hacemos con esas dos cosas revela quiénes somos; no el lugar en el que aparecemos a los ojos de los demás sino los gritos que hasta alcanzar a Dios no descansan (Eclo 35, 21) porque salen del corazón humilde que se reconoce tal cual es ante Quien sabe quién es. Con palabras del papa Francisco: "Jesús no se quedó en el balcón, se metió; no balconeen la vida, métanse en ella como hizo Jesús" (Christus Vivit 174). O como canta Nil Moliner: "saca las armas de tu corazón que la luna brilla más que el sol (...) no te detengas mira pa'arriba que el tiempo no nos va a esperar"; porque solo bajarás "a casa justificado" (Lc 18,14) si actúas por donde se siente, sabiendo quién, siempre, estará presente.