Como tantas otras cosas en nuestra provincia, el "Día" que la conmemora surgió más como reacción a la contra que como propuesta constructiva, lo cual no impide que sea una buena y conveniente iniciativa. Llegado en el año 95 al Ayuntamiento de Zamora el equipo encabezado por Antonio Vázquez y del cual formé parte durante sus 12 años de gobierno, comprobamos cómo muchos alcaldes de las diferentes comarcas enviaban invitación al Ayuntamiento de la capital para asistir a sus fiestas patronales, romerías y otro tipo de celebraciones.

En contra de lo que venía siendo la tradición histórica, quienes llevábamos la dirección del gobierno capitalino entendimos que, no sólo como signo de cortesía a quienes, de cualquier partido político, amable y afectuosamente nos cursaban invitación sino como forma de construir provincia, era nuestra obligación tratar de asistir a aquellos actos, ya el alcalde directamente, ya cualquiera de los tenientes de alcalde o concejales. Hago un inciso al respecto: por esa decisión, tiempo después, en la terraza de un establecimiento hostelero de la calle Serrano de Madrid, el alcalde de Zamora y sobre todo yo (que me callaba menos mi opinión), fuimos "abroncados" por el entonces todopoderoso número dos autonómico popular Jesús Merino. "En otras provincias eso no se hace" (y que en Zamora ocurriese, nos transmitió, molestaba al presidente del PP García Carnero y la de la Diputación Pilar Álvarez). Cierro inciso.

El caso es que el teniente de alcalde responsable de cultura, Pedro Roda y el entonces secretario particular del alcalde, Narciso Prieto, propusieron que en esa misma línea de favorecer la unión provincial podría ser bueno, coincidiendo con la celebración de la Virgen de la Concha, invitar a los alcaldes del resto de la provincia a un acto institucional, festivo y por qué no, también reivindicativo provincial y así se empezó a hacer con magnífica participación y satisfacción durante varios años. Tiempo después, al llegar a sus puestos los dos cargos citados antes entre paréntesis, la Diputación comenzó a programar para unas semanas después la celebración que hasta la fecha se ha mantenido si bien cada vez más descafeinada y gris.

Decía al principio que es una buena y conveniente iniciativa, a lo que añado ahora: y necesaria. Lo cual no impide echar de menos un mayor peso reivindicativo. Una mayor vocación integradora para representar la fuerza de una provincia desangrada. No creo que en la edición de este año se haya llegado a veinte alcaldes asistentes, como no creo que de ninguna de las últimas ediciones hayan salido un mensaje y una determinación que puedan impulsar a Zamora a dejar de estar a la cola absoluta en cuanto a actividad económica, dinamismo social, creación de empleo, generación de inversión o atracción de recursos y que, por tanto, permitan activar el motor gripado de nuestra economía y sociedad.

Por Zamora y nuestro futuro debemos reivindicar sin complejos, obediencias partidistas ni cobardía. Y esto no es cuestión de un día, sino de cada día.

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