"Menos hablar y más actuar" fue el lema elegido por los vecinos de Bermillo de Sayago este mes de octubre para la protesta nacional de la "España vaciada". No en vano, los habitantes de la comarca sayaguesa forman uno de los colectivos más activos de la Zamora rural cuando se trata de defender las necesidades de sus pueblos, sobre todo, la falta de conectividad que convierte a los emprendedores en auténticos héroes "a pedales" en lo que se refiere al establecimiento de Internet a una velocidad adecuada al siglo XXI. Así de gráfica definía la situación en estas mismas páginas, una empresaria, también de Bermillo, días atrás.

El despliegue de la fibra óptica por los pueblos zamoranos avanza lento y con dificultades, por mucho que las operadoras vendan como un logro de la técnica cada metro de instalación en el ámbito rural. Porque resulta evidente que, más que técnicos, que podrán resolver los expertos, el problema es el dinero. La Junta de Castilla y León aporta subvenciones que resultan insuficientes para afrontar, por ejemplo, la instalación soterrada, en particular en casos donde la operación afecta a cascos históricos. El alcalde de Puebla se quejaba esta semana pasada, en una asamblea de munícipes de varias provincias, de las trabas que impone Patrimonio. Pero hay ocasiones en los que la actuación de Patrimonio es indiscutible. Lógico que no se deje el cableado aéreo en Fermoselle, puesto que existe otra lucha desde hace décadas para que todas esas instalaciones que afean conjuntos históricos vayan soterradas, tanto Internet como el fluido eléctrico o la telefonía fija. Otra cosa es que ese soterramiento acarree más coste y, por tanto, más dinero, a las operadoras. Mientras las administraciones andan con pies de plomo mediante la vía del convenio para cumplir las directrices europeas sobre digitalización global, ya que la ley actual impide exigir la prestación de un servicio aún no considerado oficialmente básico, aunque en la realidad lo sea, los empresarios sayagueses han pedido al director general de Telecomunicaciones que las compañías destinen un 35% de su facturación a inversiones en zonas despobladas.

Las peticiones de los alcaldes siguen cayendo entre los responsables de las Administraciones y obtienen, a cambio, hasta ahora, más buenas palabras que acciones, incluso en esta época de continua precampaña electoral en la que los españoles llevamos sumidos cuatro años. Una incertidumbre en la que resulta complicado traducir los buenos deseos expresados por parte de los representantes institucionales a algo más tangible. Ya puede la Diputación ofrecer ayudas a emprendedores en todos los pueblos que su máximo representante Francisco José Requejo visita, si no se dan las condiciones mínimas para que el negocio prospere. Vuelve a servir de ejemplo Bermillo de Sayago, con un polígono industrial, instado por la misma administración provincial e inaugurado hace una década como el primero de carácter transfronterizo, por citar otra de las características a favor de su desarrollo. Diez años después, ningún negocio se ha podido asentar por carencias como la absoluta falta de cobertura digital, entre otras.

Un ejemplo creativo de dinamismo y colaboración entre Universidad e instituciones acaba de anunciarse en la vecina Salamanca. Ambas entidades han suscrito un convenio por el cual los egresados de diversas titulaciones, vinculadas, en este caso, a servicios de la administración pública, sobre todo, recibirán formación y práctica en ayuntamientos de la provincia. En Zamora, por el contrario, el proyecto de crear una extensión del parque tecnológico de la Universidad, a la que pertenece el Campus Viriato, sigue a la espera de su materialización, aún siendo, como es, de capital importancia para el futuro de la provincia y de las titulaciones que se imparten en escuelas como la de Ingeniería Agroalimentaria. Ese sí sería un buen intento de "trabajar en atraer talento joven", otra de las máximas que el presidente actual repite como un mantra en cada uno de los destinos de su continuo periplo por la provincia. Es de esperar que de su anunciada reunión con las operadoras de telefonía para abordar la cuestión de la conectividad reclamada por los alcaldes exista un balance más positivo. Voluntad mediadora ya la ha demostrado el presidente provincial en el caso de la Biorrefinería de Barcial, aunque su visita a la Junta pueda calificarse de "jugar en casa" al ser recibido por el vicepresidente autonómico, perteneciente a las mismas siglas políticas que las de la presidencia de la Diputación.

En las atribuciones que el único diputado de Ciudadanos se reservó en su pacto con el PP para ocupar el sillón presidencial, Requejo mantuvo la gestión de las instalaciones de Ifeza, que, en sus palabras, ha sido hasta ahora "mero contenedor de eventos". Aunque, ciertamente, la programación de Ifeza tiene un amplio margen de mejora, algunos de esos eventos, como la feria Ecocultura, contribuyeron a poner en el mapa del sector de la alimentación ecológica a Zamora. Esperemos que la nueva gerencia no descuide el certamen que ha servido de paraguas a la provincia que cuenta, ahora mismo, con la mayor producción en agricultura ecológica. Un uso, a priori, mucho más acorde que para celebraciones como este nuevo Día de la Provincia que devuelve a la capital una fiesta que tenía como filosofía convertir, siquiera una vez al año, a los pueblos y comarcas que lo acogían en protagonistas absolutos. Tampoco es que el ahorro de la comida que se celebraba vaya a incrementar de manera drástica las arcas de la Diputación, si hay que tener como cierto que cada invitado se pagaba su cubierto y la recaudación se destinaba a una organización sin ánimo de lucro. El otorgamiento, a última hora, de la medalla al instituto Claudio Moyano, aparece como un remedo de los suprimidos Premios Tierras de Zamora, pero hay años por delante para que se recupere y amplíe ese espíritu de ensalzar a los auténticos protagonistas del Día de la Provincia y que deberían ir más allá de los alcaldes, a los propios vecinos. El ahorro resultante de la jornada encontrará, sin duda, múltiples causas en las que emplearse, más allá de los tres millones de euros comprometidos para el plan de reindustrialización de Benavente. Existen muchas carencias y demasiadas promesas. Mientras, en núcleos víctimas de la despoblación, como Castropepe, se clama por un autobús a la demanda cuyo servicio ha pasado a mejor vida. Habrá que esperar a los nuevos presupuestos provinciales, condicionados por los autonómicos y, a su vez, por los nacionales, para comprobar si las palabras se traducen en obras. Si, finalmente, se otorgan más servicios a los pueblos, como afirma el presidente de la Diputación, en contraposición a la tesis manejada por su colega Igea de suprimirlos en los más pequeños, lo que supondría, en la práctica, echar el cerrojo a 148 núcleos de población en Zamora. Aún habrá que esperar, a pesar de que el tiempo apremia, para ver si se cumple la reivindicación sayaguesa y pasamos de las palabras a los hechos.