Primero fue aquello de "la ciudadanía", un poco después lo de la "transversalidad", entre medias lo de las "herramientas", hace poco lo del "algoritmo" y, últimamente, lo de la "distopía". Son términos que, por uno u otro motivo, vengan o no a cuento, son usados a destajo, de manera especial por políticos y tertulianos, a modo de muletilla pseudo-intelectual, ante cualquier tipo de circunstancia. De manera que de tanto ser usados parecen perder sentido, e incluso significado, porque no siempre son empleados en el momento y en las circunstancias en las que mejor podrían encajar. Así que, de tanto ser repetidos, aburren, cansan, y algunas veces hacen sentir vergüenza ajena por cuanto algunos intentan darles un significado que no les corresponde.

Y es que, lo de "ciudadanía" todos sabemos que viene de ciudad, como también viene lo de ciudadano, Pero lo de ciudadanía a diferencia de ciudadano - que, como todo el mundo sabe, es una persona que pertenece a una ciudad - es el conjunto de deberes y derechos que tienen esos ciudadanos, es decir, un conjunto de características, no una persona, ni un conjunto de personas, como a veces se quiere hacer ver, cuando, por ejemplo, alguien dice "eso no se lo merece la ciudadanía" o "habrá que preguntarle a la ciudadanía", porque nadie es capaz de obtener una respuesta de un texto o de un ser inanimado, por mucho que se empeñe, y es que la ciudadanía no es una persona física ni jurídica, sino un estatus. Lo de la ciudadanía, no se sabe bien por qué, es utilizado más por la izquierda que por la derecha política, sin que nadie le encuentre explicación, porque lo más fácil sería que hicieran referencia a las personas, a la gente, al pueblo, o a los ciudadanos, como siempre han hecho.

Otro vocablo que le chifla, especialmente, al grupo formado por tertulianos y políticos, es el de la "transversalidad", utilizado como algo positivo por antonomasia, cuando realmente suena a cruzado y atravesado, justo lo contrario que recto y derecho, que, en principio, responden a algo justo y positivo. Sabemos que la transversalidad, realmente, es una corriente que renuncia a clasificar a las ideologías entre izquierdas y derechas, o sea, que es un campo sin vallas que sirve para pescar votos a un lado y al otro, siendo, por tanto, más que nada, oportunista, ya que lo mismo da una cosa que la otra, con tal de ganar en el empeño.

El más destacado de todos es el término que se refiere a las "herramientas", usado preferentemente por la derecha política, especialmente cuando tiene algo pendiente de resolver algún ministro de economía y nos dice que "no hay que preocuparse por tal o cual cosa, porque disponemos de las herramientas necesarias para arreglarlo", y todos nos imaginamos al ministro con el mono de trabajo y la llave inglesa y el alicate. Y es que, por mucho que se empeñe, las herramientas son objetos que sirven para facilitar trabajos mecánicos, y si nos apuramos para ejecutar determinadas tareas informáticas. De manera que el ministro, sin duda, podría haber dicho que disponía de medios, de recursos, o de ayudas para resolver tal o cual cosa, como se ha dicho toda la vida, sin necesidad de acudir a metáforas.

Lo de "algoritmo" aún no ha llegado a aburrir del todo, porque lleva poco tiempo en el mercado, mejor dicho, en el uso abusivo del vocablo. Pero lo cierto es que hasta hace poco tiempo tal palabra, que hace alusión a una determinada secuencia de pasos que permiten solucionar un problema, solía ser utilizada por gente relacionada con las matemáticas o con la estadística, pero ahora es usada con profusión por quienes tienen que ver más con el derecho, especialmente por los que presumen de decir que no son de ciencias, cuando meten la pata en alguna operación matemática, aunque todo el mundo sepa que el hecho de tener una formación legal o filosófica no les inhabilita para ello.

Lo último para quedar bien, al menos por el momento, pasa usar la palabra "distopía", esa de la que algunos no habíamos oído hablar hasta que supimos de las novelas "Un mundo feliz", Fahrenheit 451" y "1984", la famosa trilogía que se llevó después al cine y al teatro. Fue entonces cuando nos enteramos que la distopía, se refería a una sociedad ficticia e indeseable en sí misma, a una utopía negativa o a una anti-utopía, que desafortunadamente va pareciéndose cada vez más a la realidad que vivimos. Quizás, precisamente por eso, pueda explicarse que lo distópico se haya puesto ahora de moda.

De todas formas, sorprende que el uso indiscriminado o inadecuado de esos y otros términos, parezca de obligado cumplimiento para algunos, y sea tomado como un paradigma, como un ejemplo de lo que hay que decir para quedar bien en un mitin o en un debate, con independencia de que venga o no a cuento.