Hace apenas una semana que el tramo de la N-122 entre Zamora y la frontera de Portugal, registraba su última víctima mortal y otros nueve heridos en dos accidentes sucedidos en apenas horas de un mismo día. Desgraciadamente, las víctimas forman parte de una trágica lista que se engrosa a medida que crece el tráfico, sobre todo de vehículos pesados, que circulan por la comarca de Aliste para cruzar por el túnel de Marao, ya en territorio portugués, hasta superar los 11.000 camiones diarios. Se cumplen las viejas expectativas, de 30 años atrás, de los visionarios que apuntaban a la provincia zamorana como puerta directa de Oporto y norte de Portugal, donde se asienta la mayoría de la actividad económica lusa, hacia el resto de Europa. Se hablaba entonces, no sin cierta grandilocuencia, del eje Oporto-Zamora-Helsinki. El sueño sigue a medias décadas después porque si bien se logró mediante un forzado convenio Junta-Administración central convertir en autovía el tramo entre Zamora y Tordesillas, la conexión con Portugal sigue pendiente y se ha convertido en la pesadilla de los conductores que la atraviesan diariamente debido a un trazado complejo, con cruces y cambios de rasantes continuos además del mencionado incremento de tráfico de camiones. Porque sí, el paso por Zamora es el más corto para conectar el norte de Portugal con Madrid y el resto de Europa, pero dista mucho de ser el más seguro.

En realidad, toda la autovía del Duero, nomenclatura que figura en los tramos construidos de Soria a la capital zamorana como A-11 es víctima de un olvido secular pese a contener muchos de los puntos de concentración de accidentes de las carreteras españolas. El desarrollo llama a desarrollo y ese no es el caso de las provincias extremas, depauperadas y despobladas como las que se encuentran al paso de la autovía pendiente. Pero esa relegación continua no ha impedido que haya servido de moneda de cambio para polémicas entre los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE. El retraso de la autovía a Portugal no entiende de color político y resulta indiferente quién sea el inquilino de la Moncloa en cada momento. La historia siempre es la misma: reivindicaciones, protestas y propuestas de quien ocupa en ese momento la oposición, promesas de quienes están en el poder y presupuestos cero. Resultado: carreteras inseguras con un tráfico cada vez más elevado que pone literalmente en juego la vida de cientos de personas cada día. Medidas como limitar tramos de velocidad e instalar radares en una carretera nacional con categoría de trayectoria internacional no han servido, hasta ahora, para atajar la inseguridad que revelan los datos de siniestros al volante en la comarca alistana.

El pasado mes de mayo se cumplió el plazo de la exposición al público del informe de impacto medioambiental de los 70 kilómetros que faltan para completar la autovía hasta la frontera, sin que eso signifique que la construcción se acerque. La tramitación burocrática para el desdoblamiento de la N-122 se inició hace ya 16 años. Si contamos desde que se incluyó por primera vez en unos presupuestos ministeriales hablamos de 21 años, cuando estaba en el Gobierno el popular José María Aznar. En 1993 la Junta declaró el trayecto como de "actuación prioritaria", sin ninguna consecuencia práctica. La pelota ha ido de tejado a tejado hasta llegar al actual presidente en funciones, el socialista Pedro Sánchez. El ministro de Fomento José Luis Ábalos cifró a principios de año en 328 millones de euros el coste de la autovía. Lástima que en los presupuestos, que, a mayores finalmente no se aprobaron en el Parlamento por el bloqueo político, solo incluyeran una exigua partida de 1,2 millones. Aún así, se pretende vender como un paso adelante ese estudio de impacto ambiental. Por el camino se olvidan de que ya existía una declaración ambiental aprobada por el Gobierno de Zapatero que había caducado al transcurrir ocho años sin que hubieran empezado las obras. La falta de presupuesto es la excusa de Sánchez como la moción de censura que desalojó a Rajoy es la que esgrime el Partido Popular, a quien corresponde ahora, en la oposición, levantar el banderín de la reivindicación. Veremos en manos de quien queda el testigo el 10 de noviembre con las nuevas elecciones y cuánta verdad habrá en las promesas que, a buen seguro, tendremos que escuchar de unos, otros y los demás aspirantes a escaño en los comicios generales durante la precampaña y campaña.

Mientras tanto, el tráfico pesado sigue al alza con travesías que incluyen las zonas de mayor población como Alcañices, donde la actividad de la villa se ve alterada al tener que convivir con la circulación de camiones y los peatones se la juegan cada vez que embocan el único paso de cebra existente. La cabeza de la comarca se ha convertido, en términos de tráfico, en un auténtico "cuello de botella" para los que vehículos que vienen o proceden de Portugal.

Y por si no fueran pocos los argumentos sobre la inseguridad de la vía en una comarca que padece, además, el aislamiento digital y en la que la movilidad resulta imprescindible para acceder a servicios o para dar salida a los productos que las industrias en los pueblos donde se trabaja para mantener las ganaderías que dan merecida fama a la Ternera de Aliste o a las setas, existe otra consecuencia que en nada contribuye a mantener la vida en esos pueblos. Cada vez más alistanos y sayagueses prefieren acudir al otro lado de la Raya, a Miranda do Douro, para pasar sus ratos de ocio. Menos kilómetros, más seguros y el resultado es que el gasto de los zamoranos se queda al otro lado de la Raya. Los portugueses son, además, quienes más han avanzado en mejorar las comunicaciones al otro lado de la Raya. Y el presidente de la Cámara de Miranda do Douro ha hablado en nombre del Gobierno de su país cuando apela a las autoridades españolas para que culminen la conexión con la IP-4 portuguesa en Alcañices como parte de una colaboración hispano lusa que para provincias fronterizas como Zamora resultan de importancia vital. Esperemos que las elecciones sirvan también para afinar los oídos de quienes dicen estar empeñados en borrar el concepto de la España vaciada.