Querida Gloria:

En una radiante mañana de este luminoso mes de Octubre, partiste de este plano terrenal elevándote hacia la Luz de etéreos y deslumbrantes Planos de Conciencia.

En el callado silencio de esa mañana, en silencio, rodeada de tus seres queridos decidiste volar hacia la Luz, hacerte Luz y ser definitivamente Luz.

Ahora, en estos momentos en que añoramos tu ausencia, vienen a nuestras mentes los ecos de los lejanos pero vívidos recuerdos de aquel septiembre de 1965 en que llenos de ilusiones, anhelos y esperanzas, arribábamos a las aulas de la Escuela de Magisterio de nuestra querida Zamora.

Tres años duró nuestro alegre y juvenil compañerismo en ese Centro. Luego llegaron las oposiciones que colmaron nuestras esperanzas y comenzó nuestra andadura por los senderos de la docencia.

La mayoría de los miembros de nuestra promoción - 1965-1968 - nos fuimos a otras provincias de nuestra España. Otros, los más afortunados os quedasteis en Zamora y aquí, en contacto con los niños, dejasteis los mejores años de vuestra vida.

Pasaron los años. Transcurrió toda una vida y a comienzos de 2018, un ilusionado y entusiasta grupo de compañeros decidisteis celebrar el cincuenta aniversario de nuestra promoción.

Tú, Gloria, formaste parte de ese equipo que en un alarde detectivesco consiguió reunir las direcciones de todos los que compartimos ese maravilloso trienio en la Escuela de Magisterio.

Vuestro esfuerzo dio su fruto y el día 2 de Abril de 2018, después de cincuenta años, nos encontrábamos nuevamente los compañeros que la distancia y el tiempo había separado.

Fue un encuentro fraternal, entrañable, lleno de cariño, afecto y ternura que hizo verter más de una lágrima, en el que recordamos lejanos momentos de nuestra juventud, intercambiamos nuestras experiencias de toda una vida docente y nuestros corazones rebosaron de alegría por el reencuentro.

Se afianzaron los vínculos afectivos, brilló la amistad, se fortaleció el cariño y a partir de ese día, todos los martes, los antiguos compañeros que ahora, ya jubilados, viven en Zamora y localidades cercanas y aquellos que esporádicamente vienen a la ciudad, se reúnen a las 12 para tomar un café, charlar amigablemente o planificar actividades culturales por Zamora y fraternales excursiones por los Arribes del Duero, Oporto, Toro...

Gloria procuraba asistir puntualmente a esas reuniones y siempre nos regalaba su afecto, su abierta sonrisa y su simpatía. Incluso a veces su silencio que era más expresivo que las palabras...

Los días transcurrían felices y durante la semana, esperábamos con ilusión la llegada del martes para reunirnos de nuevo en torno a la humeante y aromática taza de café, la cerveza y el pincho de tortilla.

Durante esas reuniones, además del café, la cerveza y la tortilla, disfrutábamos de la amigable y distendida tertulia, de la risa y de las experiencias compartidas.

Todo era perfecto. La alegría fluía, la amistad se afianzaba y se sentía y el afecto fue siempre el regalo que todo el grupo compartía...

Pero un fatídico día de julio, Gloria, nuestra querida y risueña Gloria, no se sintió bien.

Aparentemente, solo fue un mareo, pero David su marido, acudió con ella al médico.

A partir de ese día, las consultas a los especialistas se sucedieron...

Gloria nunca conoció el diagnóstico.

David guardó silencio. Disimuló su dolor. Amordazó la angustia y sustituyó la tristeza por una sonrisa para evitar cualquier preocupación a su esposa.

A partir de ese instante, el paciente y callado David, dedicó a Gloria cada minuto de su vida y de su tiempo.

En el fondo de su corazón guardó David su dolor. Ocultó su tristeza. Se armó de calma y convirtió el amor en dedicación, afecto y entrega.

¡Qué valor el tuyo David! ¡Cómo admiramos tu ejemplo, tu voz callada, tu amorosa entrega, tu silencio...!

Gloria nunca supo el diagnóstico. Siguió sonriendo en la reunión de los martes, continuó regalándonos su eterna sonrisa, su alegría, su amabilidad y su empatía...

Querida Gloria, todo transcurrió muy rápido. El Ser Supremo te llamó pronto y en la luminosa mañana del 9 de Octubre, emprendiste el camino del Cielo.

Querida Gloria, con la Luz de ese amanecer, dejaste este plano terrenal y volaste en silencio hacia la Luz Mayor de otros Planos Superiores de Consciencia.

Con tu partida, dejas un inmenso hueco en nuestras vidas, pero nos consuela saber que tú ya has encontrado la Paz, estás en la Paz, eres la Paz y en el Plano en que te encuentras puedes sentirte realizada por el legado que nos dejas: Tu sonrisa, tu bondad, tu alegría y tu amistad.

Este legado, perdurará siempre en nuestras mentes y en nuestros corazones y desde lo más profundo de nuestro ser enviamos al Plano de Luz en que te encuentras, nuestro agradecimiento por todo lo que nos has enseñado y por todo lo que nos has dado.

Querida Gloria: El día 10, con lágrimas en los ojos, nos despedimos de ti. Sentimos tu partida, pero por encima del dolor, estará siempre nuestro agradecimiento por el inmenso don de haber compartido contigo algunos retazos de nuestras vidas.

Por eso, en estos especiales y emocionados momentos, damos gracias al Dios de nuestro corazón porque después de cincuenta años nos permitió encontrarnos nuevamente contigo.

Desde el fondo de nuestro corazón agradecemos el regalo de tu alegría, de tu sincera y abierta sonrisa, de tu amistad y de tu empatía.

Tu sonrisa, tu alegría y esa amistad que con tanta bondad compartías, permanecerán ya para siempre en nuestras mentes e iluminarán nuestros recuerdos.

Hasta siempre Gloria. Allá donde ahora te encuentras, recibe el cariño y el afecto de tu amado David junto con el de todos tus compañeros de la promoción 1965-1968 de Magisterio.

Gracias Gloria.