Hoy las familias más necesitadas de tolerancia son las que protestan por el adoctrinamiento sexual. "Señor alcalde de South Bend (Indiana), casado con un hombre, es hipócrita quejarse de 'políticas que le perjudican a usted o a su familia', cuando los de su lado presionan para aumentar el grado de intrusión del Estado en la relación entre padre e hijos hasta los ámbitos más íntimos".

Ana Samuel, casada y madre de seis hijos, sale al paso del desdén de Buttigieg por la cortesía de los partidarios del matrimonio de siempre hacia los homosexuales. Le explica que esa amabilidad no es algo impostado, sino que nace de la convicción de que todos los seres humanos son merecedores del mismo respeto. "Las madres tendemos a preocuparnos enérgicamente por el bienestar de todos los niños, con independencia de cuál sea su origen o circunstancia familiar. También tendemos a cuidar con decisión a cada persona LGTB, reconociendo nuestra humanidad común, incluso cuando no estamos de acuerdo con su estilo de vida".

Pero esa preocupación afectuosa por los homosexuales, sobre todo por los que sufren cualquier forma de acoso, no significa que deban aprobar sus ideas. "Así que, por favor, deje de excluirnos de la conversación con el recurso intelectualmente deshonesto de insinuar o decir que somos unos intolerantes. (...) Estamos encantadas de trabajar codo con codo con ustedes, de tenerlos como entrenadores, vecinos y amigos, pero no crucen la línea de decirnos qué valores sexuales estamos obligadas a apreciar y mantener".