Cómo es posible que a estas alturas del siglo XXI, en la Zamora insólita, sigan ocurriendo cosas que a todos nos deben avergonzar. Sucedía el pasado martes. Plaza de La Marina donde se levanta un restaurante de sobra conocido. Unas personas que portan sendas sillas de ruedas, se acercan al restaurante para comer. Dificultades en la entrada y en el interior por los escalones que hay que salvar. Obviamente, exponen al camarero que quieren comer pero que esa dificultad se lo impide. Contestación del susodicho: "Si van a comer a la carta les pongo la rampa, si es menú del día, no, porque no merece la pena". Y se quedó tan oreado a pesar de la protesta educada de la persona responsable. ¡Tiene bemoles!

Ignoro si esa actitud, si esa contestación, si el hecho de que el restaurante siga esa política tan desacertada, es punible o no lo es. Lo que sí sé, es que es una vergüenza y un agravio tremendo para las personas discapacitadas. Qué pasa, que las sillas de ruedas no pueden tener acceso a ciertos establecimientos, que a los perros guías, que son mejor que muchas mal llamadas personas, no se les permite acompañar a sus dueños. Es injusto y la autoridad competente debe tomar cartas en el asunto, ¡ya!. En esta ciudad debe haber unos servicios sociales, el departamento municipal o autonómico al que corresponda que se encarguen de estas cuestiones tan desagradables y vergonzosas. Lo malo es que como el propietario sea un amiguete o allí se celebren comilonas políticas, se va a pasar página de inmediato.

Quiero ver cómo reaccionan los responsables pertinentes. En primer lugar, el establecimiento en cuestión debe facilitar, mediante obra, el acceso a las sillas de ruedas y a las personas con dificultades en su movilidad. A ver si obligan a los domicilios particulares a hacer obra en los portales de la comunidad, poniendo rampas y otras cuestiones, y los establecimientos públicos se van de rositas, se libran de la obra que en este caso concreto se debía haber llevado a cabo hace ya muchos años, porque creo que hay una normativa al respecto.

Menos gilipolleces con Zamora libre de machos y esas chorradas feministas que demonizan al hombre, y más hacer de Zamora una ciudad accesible, que no lo es. Portar una silla de ruedas por según qué calles es un suplicio. Entre el firme que de firme no tiene nada, las losas levantadas, los pequeños y grandes agujeros y la indefinición de los bordillos que no se rebajan lo suficiente para el paso de estas personas, Zamora se hace insufrible. Y hay que ponerse en la piel de todos, de los sanos y de los que desgraciadamente no lo están, de los que caminan y de los que tienen que ser transportados. O, qué pasa, ¿los mandamos a todos a un gueto? ¿Les prohibimos salir? ¿los confinamos en casa?. No son apestados, son seres humanos normales con una discapacidad, coñe.

Lo del establecimiento citado es un agravio y una vergüenza y más cosas que dejo a la consideración del lector. Sobre ese establecimiento tiene que recaer la atención preferente de las administraciones responsables. Tengo ganas de que algún mandatario tenga problemas de este tipo y cuando quiera acceder a algún establecimiento le den una respuesta igual que le deje más paralizado todavía. Ya vería usted como entonces, y sólo entonces, se acababa en problema. El establecimiento en cuestión que destine parte de la recaudación a la construcción de unas rampas de obra, no de quita y pon en función de la "carta" o el "menú". Y si hay que multarles, hágase sin miedo y sin complejos, por muy amiguetes que sean.