En Occidente nacen tan pocos niños que ser padres se ha hecho raro. Como la crianza, la enseñanza y la infancia están muy mercantilizadas se crean miles de contenidos para mantener el negocio en torno al agobio de la paternidad, surgido de la doble rareza de lo escaso y de nuevas circunstancias de cría como la lejanía de los abuelos, la falta de relación vecinal de confianza y la escasez de tiempo para atender menores.

La psicología más ligera no hace más que acuñar términos para definir los comportamientos de los "papis". Así los sobreprotectores "padres helicóptero", que controlan desde arriba y acuden inmediatamente al rescate. "Los padres apisonadora" que les allanan el camino. Las exigentes "madres tigre". "Los padres secretario" que les hacen los deberes, la mochila y la agenda. Los "padres mayordomo" que les llevan la mochila y el vaso de agua a la cama. Los "padres guardaespaldas" que se enfrentan a otros padres, a otros hijos y a los profesores. Al conjunto se les llama hiperpadres.

Juguemos a aumentar las acuñaciones, hechas a partir de la gramática de los que amargan a los padres metiéndolos entre los hiperpadres: son "padres rider" los que traen pizza y hacen los recados de los hijos. Son "padre Uber" quienes los recogen con el coche a las horas imposibles de sus primeras salidas. Son "padres Ok Google" los que responden a todo en la época del "¿Y por qué, papi?" Hay una modalidad de padre rabiosamente española, los padres "Ensayo de rugby" que lanzan a sus hijos contra la Virgen del Rocío. Pero los más frecuentes son los padres "Mesa de mezclas" que viven para que se oigan bien los gritos y los ruidos de sus hijos sin pedirles, jamás, que hablen más bajito o metan menos ruidito.