El film de Amenábar sobre Miguel de Unamuno "Mientras dure la guerra" es una excelente realización audiovisual, con una admirable escenografía. Las localizaciones - de exterior y de interior- de la capital salmantina son magníficas. No es un documental histórico; es ficción, una película. Eso es lo que nos confirma el matrimonio Colette y Jean-Claude Rabaté, muy estudiosos de Unamuno. Pero, por otro lado, tenemos dando la vara a otros de esos críticos que siempre están hablando del rigor histórico.

En "Mientras dure la guerra", Amenábar reconstruye el simbólico episodio de la Guerra Civil, ocurrido en el Paraninfo de la USAL, en el que Miguel de Unamuno dijo su famosa y discutida frase: "Venceréis pero no convenceréis". Pretende Amenábar hacer un relato historicista de una oscura época de España basado en la compleja visión unamuniana. Los primeros 15 minutos del film los pasé inquieto, a disgusto, algo desilusionado con el guion por ver y oír a un Unamuno extraño a lo que siempre había leído, visto y escuchado. Pero ahí radica una de las virtudes -éxito- del film de Amenábar.

La preocupación inicial apenas duró; justo hasta que el personaje fue evolucionando haciéndose más humano, desenganchándose de su halo impenetrable que luchaba contra sus contradicciones y se enfrentaba a su personaje, para reconocer sus errores, hasta lograr situarse en medio de las dos Españas. Un Unamuno más humanizado y real, por la actuación del actor Karra Elejalde que fue espléndida y muy trabajosa. También destacamos las interpretaciones de Eduard Fernández como Millán-Astray y de Santi Prego como Franco.

Para mí esto es de lo más destacable de la realización de Amenábar. Que nos descubre, poco a poco, la transformación de Unamuno en esos dos meses "negros" en su confrontación con Franco y Millán Astray (18 julio hasta 20 setiembre del 36). Ese viraje en la personalidad, en el humanismo de Miguel de Unamuno, es uno de los aspectos mejor logrados por el director, por encima incluso del guion siempre ficcionado en un film. "Contradictorio, real y cercano", un Unamuno que va avanzando entre sus muchas y morrocotudas paradojas, contradicciones, hasta posicionarse en medio de las dos Españas. Para eso el realizador hispano-chileno nos adentra en la paráfrasis de la guerra civil desde la tercera vía, donde no entra el extremismo de unos y de otros. Y nos recuerda que ya Unamuno advirtió que España se encaminaba al suicidio, pero nadie le hizo caso.

Algunos estudiosos de Unamuno afirman que lo ocurrido en el Paraninfo, el 12 de octubre, fue un "acto banal, rutinario", aunque con cierta bronca y exaltación patriotera. Pero, claro, en un contexto de guerra civil; con la presencia en primerísimo plano de Franco en su cuartel general en Salamanca. Ya por entonces Unamuno estaba más que desengañado con los sublevados, que no imponían orden sino caos; ni mejoraban los vaivenes y desmanes de la II República del Frente Popular. En octubre del 36 Unamuno sentía ya en su vida atisbos de vejez, mucho cansancio, y el doloroso estupor por ver los encarcelamientos y asesinatos de algunos de sus amigos y gente de bien de la Izquierda. Había errado con el dictador Franco y corrigió su posición. Se sentía un poco pazguato por haberse dejado seducir.

Lo que sucedió realmente en el Paraninfo de la USAL -su duro enfrentamiento con el general Millán-Astray- se puede ficcionar más o menos, y los expertos se agarran a sus documentos. Bien, como se quiera interpretar; pero de una forma u otra lo esencial no cambia nada...

Se puede asegurar que tras los hechos del Paraninfo, Unamuno fue destituido de sus cargos por haber denunciado abiertamente la represión sangrienta de los "nacionales" a las órdenes de Franco. Igualmente reprochó con severidad las ideas de odio y de anti-España que procedían de los sublevados.

Y en esto, todas las versiones de los eruditos unamunianos son unánimes: Unamuno estuvo a punto de morir, trágicamente agredido, ese fatídico y nacionalista Día de la Raza. Y es más, su vida corrió grave peligro en las siguientes semanas.

Unamuno, en octubre del 36, anciano ya, vivía aislado en una pequeña y conservadora ciudad provinciana. Era aún un intelectual incómodo y crítico para el régimen de Franco. Y prueba de la gravedad de su situación es la carta -del 13 de octubre- del jefe de las milicias falangistas salmantinas, Francisco Bravo, a su hijo mayor Fernando. El tono de la carta estaba entre la amenaza velada y la amable advertencia, recomendando que su padre se abstuviera de irritar aún más a los militares. "Sería doloroso" -terminaba la carta de Bravo- "que a tu padre...pudiera sucederle algún incidente desagradable".

Pero Unamuno era más bien un liberal progresista, propio del siglo XIX. Y se quedó solo hasta su muerte, ni con los "hunos ni con los otros... Estoy solo; no soy fascista ni bolchevique..."

Machado lo expresa así a su muerte: "Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo...".