El pasado viernes, en las plazas mayores de los pueblos de la España vaciada, las campanas se pusieron a doblar para decirnos que estamos dejando que los pueblos se vacíen y, al quedarse sin un alma en la calle ni en las casas, se mueran. Pueblos vaciados de gente ¡Cada vez menos almas en los pueblos!

A falta de Internet en el medio rural para llegar a las redes sociales, bueno es el tañido de campanas para avisar que la fiesta de agosto se acabó y se recuperan los sonidos del silencio: "Gente hablando sin hablar. Personas oyendo sin escuchar" (Simon and Garfunkel).

El viernes en la plaza mayor, "gente hablando sin hablar" tañía las campanas para decir: "Volvemos a juntarnos de nuevo, no para unir nuestra voz airada y firme, sino nuestro silencio junto al silencio de miles de ciudadanos en veintitrés provincias españolas que debe resonar como un eco sereno y claro en el aire limpio de España." (Manifiesto del paro de 4 de octubre).

Al día siguiente, "personas oyendo sin escuchar" como el director general de Asistencia Sanitaria de la Junta, Alfonso Montero, anunciaba en Zamora un proyecto piloto en la comarca de Aliste y en otras diez, por el que se vacían de médicos los consultorios de los pueblos, que sólo visitará el personal de enfermería una o dos veces a la semana. Pueblos vaciados de servicios ¡Se nos cae el alma a los pies!

Pero el doblar de campanas iba unido al toque a rebato que representa el símbolo de la España vaciada: la "E" de España girada como señal de la "revuelta" contra la muerte de los pueblos. Una "E" que también es de esperanza, porque, como dijo el obispo en funciones de Zamora, Matías Sampedro: "despoblada no es desesperanzada".

Una "E" girada -a la que unimos en la plaza mayor de Zamora una "Z"- que para llamar a la revolución se gira hacia la izquierda. De manera que desde la izquierda también nos unimos respetuosamente a esta lucha de la España y la Zamora vaciadas con medidas políticas que permitan llenar nuestros pueblos: una PAC justa que llegue a los que producen alimentos y no a los dejan el campo yermo; servicios públicos para los derechos sociales de los habitantes de zona rural; transporte que una pueblos y comarcas cercanos; oposición a la ganadería industrial que contamina y no crea puestos de trabajo; recuperación de viviendas que se arruinan; proyectos para que la gente joven de las ciudad conozca la vida de los pueblos que les dan de comer.

Recuperar en definitiva el orgullo de ser de pueblo para cantar con Luis Pastor (con ese apellido tan bucólico): "Quisiera cantar, ser flor de mi pueblo. Que me pariera una vaca de mi pueblo. Que me enterrara la tierra del corazón de mi pueblo." O con Amancio Prada las de Rosalía de Castro: "Campanas de Bastabales, cando vos oio tocar, mórrome de soidades".

Un mensaje muy claro de volver al pueblo que sin embargo no evitó que el viernes del paro por la España despoblada algunos dieran la campanada, como el presidente de la Diputación que se quedó en su plaza en lugar de la plaza mayor de los pueblos donde convocaba la España vaciada. O que algunas oyeran campanas sin saber dónde, como la presidenta de Madrid a quien la España vaciada le queda tan lejos que pensó que ardían iglesias cuando eran sus campanas las que tocaban a rebato. Y claro que la cosa está que arde, porque hay una España abandonada por las políticas de gobiernos que han obligado al éxodo rural desde los años sesenta. Y está que arde porque ese abandono de la zona rural provoca los incendios que acaban con el medio ambiente, que debería protegernos del cambio climático: "Aquí no se libra ni dios, lo asesinaron" (Blas de Otero cantado por Paco Ibáñez).

Hasta los tristes de ciudad sin pueblo de algún abuelo sabemos por qué doblaron el viernes, pero nos preguntamos: ¿Por quién doblan las campanas? Y con John Donne decimos: "Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta porque me encuentro unido a toda la humanidad. Por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti."

Vivas en un pueblo o en una gran ciudad, las campanas doblan por todos. Si todos estamos llamados a rebato, hay que seguir apoyando la revuelta esperanzada de la España vaciada para al final, acabar repicando con el canto a la libertad de Labordeta: "Sonarán las campanas desde los campanarios y los campos desiertos volvieran a granar unas espigas altas dispuestas para el pan. Para un pan que en los siglos nunca fue repartido entre todos aquellos que hicieron lo posible para empujar la historia hacia la libertad."

Hasta aquí, el canto a los pueblos que desaparecen, y a mi pueblo que llevo en el alma de los veranos felices.

Y con los luchadores de siempre por las buenas causas, volvemos a repetir que la España despoblada "es el capitalismo, estúpidos". Y a coger en pie de igualdad la hoz campesina y el martillo proletario porque las campanas a rebato suenan siempre en nuestro corazón.