En septiembre el Parlamento Europeo aprobaba la Resolución 2019/2819 sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa (accesible en: www.europarl.europa.eu/doceo/document/RC-9-2019-0097_ES.html), que, a estas alturas de la historia, debería ser respaldada por cualquier ciudadano no afectado de grave miopía ideológica. Sin embargo, apenas se ha difundido está generando polémica en amplios sectores que no admiten que todos los totalitarismos son uno y que, como viene a manifestar sin ambages la resolución, nazismo y comunismo no son sino el anverso y el reverso, perfectamente intercambiables, de la misma moneda; la de la opresión, el aniquilamiento de la libertad individual de acción pero también y sobre todo, de pensamiento y opinión.

La resolución considera el inicio de la Segunda Guerra Mundial "consecuencia directa del Pacto Molotov-Ribbentrop, al que le siguió el Tratado de Amistad y Demarcación nazi-soviético de 28 de septiembre de 1939, la República de Polonia fue invadida en primer lugar por Hitler y, dos semanas después, por Stalin, lo que privó al país de su independencia y conllevó una tragedia sin precedentes para el pueblo polaco; que la Unión Soviética comunista comenzó, el 30 de noviembre de 1939, una agresiva guerra contra Finlandia y, en junio de 1940, ocupó y se anexionó partes de Rumanía (territorios que nunca fueron devueltos) y se anexionó las repúblicas independientes de Lituania, Letonia y Estonia".

Recuerda así mismo "que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad". No obstante, a aquellos que prefieren el puño elevado al cielo en vez de las verdades como puños les incomoda que abra las carnes por igual la contemplación de un campo de concentración nazi o comunista. Ni ahora, con la historia tamizada de olvido por el paso del tiempo, ni cuando Alexander Solzhenitsyn publicó en Francia su "Archipiélago Gulag" en 1973 cae para toda la izquierda la venda sobre lo que el marxismo, Lenin y Stalin han aportado a la humanidad.

El escritor Juan Benet, con motivo de una visita del escritor ruso a la España franquista en la que éste se sorprendía de que hubiera libertad para moverse por el país, leer prensa extranjera o hacer fotocopias, declaraba: "Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Solzhenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Solzhenitsin no puedan salir de ellos". Al respecto, señalaba la poco dudosa Pilar Rahola en una reciente columna, "al fin y al cabo, a diferencia del nazismo, cuyas ideas se ligaban a lo peor del pensamiento, el comunismo se vestía con los adornos de las causas nobles que querían mejorar el mundo, y no se podía permitir, desde la mirada progresista, que fuera un anticomunista, un reaccionario, quien alzara la literatura a favor de la libertad".

Recordar la historia sin sectarismo no es fácil para todos pero sí imprescindible para una sociedad democrática. Bien Europa, copiemos en España.

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