El populismo no es un fenómeno pasajero, sino una mutación del sistema, un verdadero cambio de régimen. La razón es que se asienta en factores estructurales como la rebelión de la opinión instantánea (frente al discurso pausado de las elites), la comunicación horizontal (frente a la jerarquía de los medios tradicionales) y, sobre todo, la aparición masiva de una especie de ignorancia no reglada que es compatible con niveles altos de educación reglada. Los dos primeros factores son difíciles de revertir, pero frente al tercero hay una receta en tres palabras, cultura, cultura y cultura. La crisis presupuestaria ha desertizado la sociedad de programaciones culturales, fondos de ayuda a creadores y medidas para captación de nuevos públicos. Si se quiere combatir a fondo el populismo hay que atacar la ignorancia no reglada de las generaciones supuestamente mejor preparadas de la historia.