Pasados unos cuantos días me parece conveniente hacer un recordatorio. A pesar de la dureza de la situación tras la muerte de Xana, la hija del ex seleccionador nacional de futbol, en el comunicado que el propio Luis Enrique hizo en Twitter hay cuatro aspectos luminosos, que merecen la pena destacarse: la solidaridad y el cariño de tanta gente, conocida o anónima, que, incluso quedándose literalmente sin palabras, quisieron acompañar a los padres en el duelo; la sorprendente discreción con la que los medios gestionaron la situación, mostrando por la vía de los hechos que otra forma de hacer periodismo es posible, incluso en una sociedad que sacraliza la transparencia y la confunde con la sobreexposición de vidas propias y ajenas; los trabajos de tantos profesionales que trabajan en cuidados paliativos y que, en los márgenes de la muerte, dan una callada y eficaz lección de vida; y las palabras emocionantes de un padre que, con esperanza, espera volver a ver algún día a su hija.

Descanse en paz la pequeña Xiana y sostenga a los padres esa esperanza en Dios, que se barrunta y que nunca defrauda.