Todas las personas a medida que vamos envejeciendo, a pesar de que no lo queramos ver, nuestros cuerpos se vuelven cada vez más torpes, miedosos e indecisos, sin embargo, en muchas ocasiones, además de sentirlo en nuestro cuerpo y en nuestra mente, viene otro, que no me ve (sólo me mira) y me exige sin preguntar y sin conocerme.

Y me gustaría que de vez en cuando, mirarán con mis ojos y me respetarán.

Y aprendiste a mirarme con mis ojos, y ver desde mí, todo lo que me rodea fuera: mi persona, mis ilusiones, mi cariño hacia el otro; mi Soledad, en algunos momentos, a pesar de estar acompañado; mi duelo por ese ser querido que me dejó para ir a la otra orilla; mis compañeros de residencia, que en ocasiones piensan en mí, y me dan conversación, juegan conmigo y entretienen ese tiempo tan largo que pasa en el día. De las personas que me cuidan, con mimo y con afecto, que me dan ese apoyo que necesito, tanto para moverme como para sonreir. Que buscan en el interior mi motivación para participar en eso que llaman actividades, para fortalecer mi cuerpo, mi mente, mi Espíritu y mis ilusiones por vivir.

Gracias a todos por comprender mi entidad personal ante todo y mantener activo mi corazón joven, por otras personas, llamado adulto mayor.