Conviene ir pasando a limpio algunos acontecimientos recientes con la intención de no caer en los mismos errores, y es que el derecho al olvido no puede borrar la historia, y menos si esta es tan reciente. Sabiendo de lo que estamos hablando, espero que todos hayamos aprendido la lección. Los partidos de la derecha decidieron impedir que en España se formara un gobierno estable y que no tuviera la dependencia de las formaciones independentistas; aunque se estaba al corriente de que no había una mayoría alternativa a un gobierno socialista que unas nuevas elecciones. Solo con la abstención de uno de los grupos de la derecha, el voto de los independentistas dejaría de ser determinante.

Tanto los resultados del 28 de abril y del 26 de mayo dejaron claro que los españoles querían un gobierno socialista. Por otro lado, una vez más, el grupo Unidas Podemos, se sumó a la derecha con su abstención para no investir a un presidente de izquierda, al tiempo que rechazaba una oportunidad equilibrada para la formación de un gobierno de coalición, ya que el voto debe servir para gobernar, nunca para obstruir la acción de gobierno.

La pretensión del Partido Socialista era llegar a los acuerdos correspondientes, con la condición de formar un gobierno estable coherente y no un gobierno dividido desde el inicio. Un gobierno que actuara en el horizonte de una legislatura y no de una simple investidura, que no estuviere condenado al fracaso desde su nacimiento. En definitiva, que fuera un gobierno que aportara estabilidad y progreso a España,

Se ha dicho que España se está italianizando políticamente, en relación al tiempo de duración de las legislaturas y por lo tanto de los gobiernos, también en lo que concierne con la fragmentación de los partidos políticos. Algunos con cierta ironía, han añadido que esta situación es aún más complicada en España, porque tal italianización es sin italianos, de manera que los desencuentros políticos, partidarios, ideológicos institucionales, estos, los italianos, los resuelven en pocos días, aunque con la misma ligereza lo complican.

Es conveniente favorecer con la mayor claridad posible las reglas de juego en relación con el establecimiento de las normas, con independencia de lo que ocurra en la formación del gobierno que tanto nos ocupa y preocupa. Es por lo tanto ineludible tener algunas ideas claras para el propio funcionamiento como Gobierno democrático. También es necesario recordar algunos criterios. Por ejemplo que el gobierno funcione como tiene que funcionar, de acuerdo con el ordenamiento jurídico y que su presidente tenga la facultad de nombrar y cesar a los ministros, esa es una responsabilidad y facultad que nadie más puede ejercer. As mismo que las decisiones sean del Consejo de ministros.

En definitiva un gobierno estable y coherente, como el que propicia el Partido Socialista, dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes. El Presidente dirige la acción del Gobierno y coordina las funciones de los demás miembros, sin perjuicio de la competencia y responsabilidad de estos en su gestión. Si todo ello no funciona así, tampoco le podríamos pedir al Presidente ni al consejo de ministros la responsabilidad que se le exige.

No obstante, ya tenemos algunas experiencias y está acreditado que el populismo propone fórmulas fáciles, ante problemas complicados, pero también conocemos por la sabiduría de la mujeres y los hombres de nuestro mundo rural, y así nos tienen enseñado, que para que las cosas funcionen es conveniente poner los bueyes delante del carro.