El ser humano no vive aislado, normalmente; como un Robinson Crusoe, Tarzán de la selva, personajes literarios de Daniel Defoe y de Edgar Rice Burroughs, respectivamente, los anacoretas, o algunos soldados japoneses perdidos en la selva de islas del Pacifico, como Shoichi Yokoi, en la de Guam, y encontrados décadas después de haber terminado la II Guerra Mundial, como los medios de comunicación pusieron de manifiesto en su momento; si no todo lo contrario, conviven con otros "semejantes "en lo que se denomina "familia", en los centros de trabajo, en las "queridísimas y nunca bien ponderadas" comunidades de vecinos, por cierto "tan bien reguladas" por la "inestimable" Ley 49/1960, de 21 de julio, sobre propiedad horizontal; "cofradías" de todo tipo y "pelaje", como son, entre otras, las gastronómicas donde en un ambiente de "liberalidad, educación, cortesía, sana crítica constructiva y agradecimiento a las observaciones de propios y extraños, como de respeto a las opiniones ajenas, y abiertas siempre a la nueva savia, que las revitalice, las renueva, y completen con los que se "van definitivamente", etc.,", se degustan exquisitos manjares de la tierra.

Es por todo ello que el ser humano vive en "societas", de ahí la necesidad de que cada uno de quienes la conforman, desde la más "tierna" infancia hasta cuando lleguen, los que lleguen, a las residencias de la "cuarta edad", tengan un mínimo de conciencia de lo que supone "convivir", de empatía, de madurez, etc., en suma de "educación"; y que las próximas generaciones, la tendrán en "cantidades industriales" si nos fijamos cuando los "educandos" de "infantil, primaria, secundaria y demás", van los "pobres" cargadísimos de material escolar en sus inmensas mochilas y carritos; sus educadores, que ahora son también "compis" de ellos, como exige la "moderna pedagogía y la protección del menor", para evitarles "traumas a los peques", han pasado por "elevadísimas notas de corte" para entrar en las Escuelas Universitarias de Magisterio, con exigentísimas asignaturas de grado, tienen una vocación sin duda desde su más temprana infancia, una conducta ejemplar en su dedicación al estudio y actualización de conocimientos, un nivel pedagógico que deja "chico" a Paulo Reglus Neves Freire, etc; y no digamos de los "papis" dedicándoles todo el tiempo del mundo mundial; dejando el futbol, el "bareo", y "demás esparcimientos", por estar en "casa" con los "retoños" leyendo la prensa, libros de la profesión o de cualquier otra materia; mientras hacen los "deberes" o precisan de ellos por cualesquiera motivos, como puede ser aclararle alguna duda en sus estudios o inculcarles como debe ser su comportamiento con los demás.

La amistad surge como consecuencia de ese compartir tiempo y espacio con los congéneres, y cuando se dan unas afinidades de pensar, de forma de ser, de pareceres, de aficiones, etc., que hace surgir una comunicación entre las personas más intensa, más íntima, más comprometida que con los demás; lo que implica, asimismo, un mayor compromiso, ayuda y comprensión recíproca. Quizá es uno de los ideales que deseamos y la "colección" más difícil de conseguir; pues, parodiando un título de Enrique Jardiel Poncela, podríamos preguntarnos: Pero ¿hubo alguna vez amistad?; "Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato", diccionario de la R.A.E. "dixit".

Con el cariñoso y respetuoso recuerdo de Monseñor D. Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora, que comenzaba sus amables "Cartas", en la publicación quincenal de la Diócesis de Zamora, "Iglesia en Zamora", con el título que encabeza el presente texto; y que en la última, del 15 de septiembre, página 3, citaba el catecismo para los niños de 0 a 6 años, "Mi encuentro con el Señor", que seguro él ya lo ha conseguido. D.E.P.