Me he acordado estos días de un eslogan pacifista de mis tiempos de corresponsal en la Alemania dividida: "¿Y si hubiese guerra y nadie fuera?". "¿Y si nos convocan a nuevas elecciones y todo el mundo decide quedarse en casa?", sería la pregunta que habría que hacerse en vista de lo que nos pasa.

No entienden los ciudadanos la cerrazón de los políticos y sobre todo el poco respeto, por decir algo, que les merece lo que aquéllos han votado.

Resultaba irritante escuchar la otra tarde al presidente en funciones del Gobierno decir que los españoles debían hablar más claro a favor de un gobierno progresista. ¡Como si no lo hubiesen hecho con la suficiente claridad en las últimas elecciones!

Más que elecciones, lo que parece querer Pedro Sánchez es un plebiscito a favor de su persona. Desea una mayoría que le permita gobernar sin ninguna mosca cojonera a su lado como la que amenazaba con ser Unidas/Podemos.

Confía evidentemente esta vez en el voto útil de los descontentos con los errores de Pablo Iglesias y con el rumbo errático del líder de Ciudadanos, pero podría confiar demasiado en su suerte.

He hablado estos últimos días con mucha gente, gente que dice haber votado a los socialistas o a Podemos la última vez y que, asqueada por lo que ocurre, duda si se molestará en votar una vez más-

Es tal la indignación de muchos votantes de izquierdas que ni siquiera el fantasma de un tripartito de derechas con presencia de Vox parece influir en su decisión de abstenerse.

No somos adivinos y es imposible prever cuál será el comportamiento de muchos ciudadanos, cualquiera sea su ideología, la próxima jornada electoral, pero el daño a la democracia está ya hecho. Y es importante.

La responsabilidad es sin duda de todos los partidos, preocupados sólo de sus más angostos intereses. Parece como si el poco seny, la poca sensatez que hemos visto últimamente correspondiera a algunos periféricos.

Pero ha sido como predicar en el desierto ante la cerrazón de una clase política instalada en la capital y que parece cada vez más alejada de las preocupaciones de la gente que la vota y paga sus sueldos. ¡Qué aburrimiento!