Los últimos datos económicos no animan, precisamente, al optimismo, con la reducción de las previsiones de crecimiento en España por parte de entidades y organismos solventes. A ello se suma la nueva convocatoria electoral tras el fracaso político, la subida del crudo y los efectos negativos del Brexit. Como es obvio, a todo eso Castilla y León no es ajena, máxime cuando además la ralentización de las exportaciones regionales siguen muy condicionadas por el sector del automóvil, los bienes de equipo y, en menor medida, por la alimentación y bebidas.

No son pocos los indicadores que, como si se tratara de una tormenta perfecta, pueden confluir en un horizonte cercano, cercenando el desarrollo económico y la creación de empleo. Pero a pesar de ese escenario complejo, la Comunidad tiene suficientes resortes con los que afrontar los malos augurios y, sinceramente, muchos de ellos están en manos del nuevo Ejecutivo autonómico.

Presentar como acaba de hacer en Madrid el propio Alfonso Fernández Mañueco a la región como un espacio para las oportunidades es el principio de ese camino. Y aunque no le falta razón al presidente autonómico cuando apela al talento y a la capacidad empresarial de Castilla y León, cabe preguntarse si habrá suficiente valentía política para superar los retos y alcanzar el peso industrial que se merece. Porque son momentos para ejercer la política con altura de miras, sin posiciones cortoplacistas ni partidistas, aparcando los debates estériles y las trifulcas políticas que no importan a casi nadie.

Dentro de ese horizonte que parece tornarse grisáceo, hay por suerte espacio para presentar a la Comunidad como garante de la inversión, ahora que el Reino Unido va a dar esquinazo a la UE; o también contamos con un escenario adecuado para iniciativas tan plausibles como cerrar acuerdos con la Comunidad de Madrid que permitan a provincias limítrofes (Segovia y Ávila) ser la natural extensión de un territorio tan potente comercial e industrialmente. Existen, por supuesto, otros ejemplos igual de válidos para hacer de la política regional un instrumento eficiente al servicio del conjunto de los ciudadanos. Confiemos, pues, en esa visión de nuestros dirigentes públicos para hacer de Castilla y León una tierra más competitiva y diversificada en su modelo productivo.