Se quejan los partidos políticos que el número de escaños conseguidos por cada uno de ellos, consecuencia de la decisión expresada por el pueblo en las urnas, no da para poder formar Gobierno, y parece ser que tampoco las sumas, restas, multiplicaciones o divisiones que puedan hacerse entre ellos. Y eso no deja de ser una falacia, o lo que sería aún peor, un nivel de incompetencia propio de quienes aún se encuentran en la sección de párvulos del mundo de la política, de quienes apenas han llegado a conocer bien "las cuatro reglas" elementales, porque aún no han llegado al instituto para estudiar un poco de álgebra que les haga capaces de resolver, al menos, las ecuaciones de primer grado. Se olvidan que otros países han demostrado que es posible resolver esas ecuaciones, e incluso también las diofánticas, esas que tienen infinitas soluciones, pero que pueden ser reducidas a un número menor, sin más que añadirles determinadas restricciones, e incluso llegar a una solución única. Hay países donde se ha demostrado que partiendo de números enteros se han podido obtener soluciones enteras. Ahí están unos cuantos, donde hay o ha habido recientemente gobiernos de coalición izquierda-derecha, como los de Alemania, Austria, Holanda, Italia, Bulgaria, Republica Checa, Estonia, Grecia, Irlanda, Letonia, Lituania y Suecia. Con algunos de ellos nos gusta compararnos de vez en cuando, sobre todo cuando queremos fomentar nuestro ego.

Pero aquí, en España, ni unos ni otros, están demostrando que han aprendido lo suficiente en política, porque en democracia, la política es el arte de lo posible, no de la imposición de las ideas de uno en particular, metidas a machaca martillo en la cabeza de los demás. Por tanto, hay que recurrir a ir dándole valores a las incógnitas hasta que el resultado final que se llegue a obtener sea el mejor posible para el conjunto de la sociedad.

Porque ¿dónde está escrito que sea ilegal llevar a cabo una alianza entre partidos de distinto signo, cuando el fin de dicha alianza sea la búsqueda del bien general? ¿Quién es capaz de demostrar que la unión de partidos de distinto color tenga, necesariamente, que dar como resultado un engendro ingobernable?

Sumar, restar, multiplicar y dividir, afortunadamente, se encuentra al alcance de cualquier ciudadano, pero lo que se espera de los profesionales de la política es que, además de ser capaces de hacer esas básicas operaciones, también lo sean de resolver ecuaciones difíciles, incluidas las diofánticas, pues para eso se dedican cien por cien a ello, o al menos eso es lo que dicen en las campañas electorales. Pero, por su forma de actuar, podría llegar a pensarse que se encuentren en la línea de aquel embalse, que estaba convencido que la única misión de los ríos era hacer llegar sus aguas hasta él.

Pero claro, es que, ciertamente, somos un país peculiar, porque pasan cosas muy raras. Sin ir más lejos la policía (en este caso la catalana) ha tachado de desorden público el hecho que dos ciudadanos hayan reproducido el himno de España, en Barcelona, durante "la diada", y lo que es aún peor, de ser tachado dicho acto de incívico por parte de una consejera de la Generalitat; precisamente siendo los protagonistas los mismos o parecidos actores que, cuando resulta silbado el himno español, lo consideran como un mero ejercicio de la libertad de expresión.

Por no dejar de ser un país raro, en estos días la fiscalía ha acusado a Rodrigo Rato de haber inflado las cuentas de Bankia en 7.700 millones, cuando la sacó, en su día, a bolsa, mientras el abogado defensor alega que aquello fue un accidente fortuito y que su defendido lo hizo con buena intención.

Y es que en España hay gente para todo. Ahí están esos que afirman que las gallinas son violadas en las granjas, y que eso es una práctica fascista, sin que se sepa que es lo que pretenden exactamente esos y esas veganos y veganas. Quizás, que suba el precio de los huevos y que ni siquiera ese básico alimento siga estando al alcance de la gente más necesitada.

Golpea la sangre en las sienes cuando uno se entera que el presidente de un partido político (PNV) se permite decirle al Tribunal Supremo cual debe ser determinada sentencia. Y golpea aun con mayor fuerza cuando uno lee que el presidente de la Generalitat de Cataluña afirma que va a saltarse las leyes si esa determinada sentencia, que está a punto de salir, no llega a ser absolutoria. Claro que, a ambos, les importa un carajo lo que decía Tagore en uno de sus obras: "las patadas levantan el polvo de la tierra, no las mieses"

No es que sea malo que llegue a florar la controversia, pero mejor aún será el día en el que el tétrico bosque que estamos atravesando se acabe y nos encontremos con un claro que nos permita disfrutar de la luz del sol.