No son pocos los españoles que tienen la sensación de que ente una desgracia, ante una catástrofe, ante un desastre nacional se actúa tarde y mal. No han pasado pocas cosas en España como para que quienes pueden y deben hayan actuado con la debida celeridad. No es lo mismo ver una riada mayúscula a vista de pájaro, desde un helicóptero o el famoso 'Falcon', que hacerlo poniéndose las botas de agua y pisando el barro. Estos últimos son los políticos que queremos la mayoría de españoles.

Tampoco hubiera estado nada mal que, además de a través de las redes, su majestad el rey Felipe, se hubiera calzado las susodichas botas y se hubiera puesto de barro hasta arriba. Es mucho pedir a las autoridades que hagan lo que hizo Rafa Nadal en su tierra a raíz de una situación semejante. No son auténticos. No reaccionan a tiempo. No saben ser, ni saben estar, sobre todo esto último, porque nunca están cuando se les necesita. Y en estos momentos, las gentes de Murcia y de Alicante y de Almería necesitan no sólo sus mensajes de apoyo y sus promesas volátiles, necesitan su presencia física, que les echen una mano, que hagan lo que tienen que hacer, que dejen su espacio de confort y pisen el barro de la realidad que viven los españoles del litoral mediterráneo.

Cómo es posible que en España, se guarden minutos de silencio por cualquier incidencia, a veces de tipo político, ocurrida en Venezuela, en China o en India y ni un solo equipo de primera, en la última jornada de liga, haya hecho lo propio por lo ocurrido en el Levante español que cuenta ya con seis fallecidos cuando esto escrito. Mucho mensajito de móvil con chorraditas por estos y por aquellos, pero ni uno solo por lo que está ocurriendo en ese parte de España tan proclive a sufrir el enfado de la gota fría.

Están a lo suyo y pasan de lo que le ocurre a los demás. Los demás somos todos los españoles. Precisamente, los que, durante cuatro años, empleamos a los políticos en puestos bien remunerados que tienen como consecuencia inmediata unas pensiones descomunales. Ellos son los que están acabando con los ahorros que la pobre España tiene destinados a los pensionistas y a otros colectivos en situación de vulnerabilidad. Qué pasa, ¿no tienen asesores, que cobran también un pastón, que les digan lo que tienen que hacer en cada momento, ya que no sale de ellos? Para que los queremos, ¡Dios mío! Con el desgobierno de España nos va mejor que con un gobierno en modo gobernar.

No hay políticos con la necesaria altura en España. A ver cuándo caemos en la cuenta de que anden ellos calientes y critique la gente, que van a lo suyo que no es lo de los demás. Ni hombría, ni gallardía, ni ética, ni estética. Mi última decepción, Javier Nart. Se va del partido que le llevó a Europa, pero se queda con el puesto y con la pasta gansa que percibirá a lo largo de los próximos cuatro años. Porque Europa es muy generosa con sus europarlamentarios, y muy cicatera con sus gobernados. Ya no podemos fiarnos de ninguno. No existe el político honesto. Ese extraño 'perro del hortelano' que es la política es un juego complejo y retorcido que afecta a todo el mundo. Aquí y en Pekín. Creo recordar que fue un financiero quien aconsejaba: "Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione".

La tendencia es la decepción permanente. Y siempre, cuando más se les necesita. Como ahora en Levante, como en los recientes casos de listeria que han podido ir a más, como en tantos momentos críticos de la vida española en los que ni están ni se les espera.