El curso político en las administraciones provincial, local y autonómica arranca al tran-tran de la inmovilidad del Gobierno nacional. Aunque todos sus líderes, en el momento de tomar posesión, hicieron gala de su afán de diálogo y colaboración, la actividad, en general, acaba lastrada por ese "Día de la Marmota" que parece haberse asentado en Madrid. No deja de suponer un ejercicio casi de cinismo que todos los discursos de los mandatarios que, merced a pactos en la mayoría de los casos, han podido aceptar oficialmente su cargo, esgriman, en la teoría, armas básicas de la democracia, indispensables para lograr el bien común de la sociedad, cuando sus jefes en la capital española parecen estar más por deshacer que construir, en un momento en que los gurús económicos auguran la proximidad de una nueva crisis económica.

En este escenario, mal pintan las cosas para provincias como Zamora, donde las elecciones y sus posteriores pactos entre partidos han deparado un escenario inédito: el Ayuntamiento de la capital, con mayoría absoluta de una fuerza política sin apenas repercusión nacional, Izquierda Unida, mandato del PSOE en Benavente con IU y situación surrealista en Toro con mayoría absoluta teórica de los socialistas y un alcalde excluido del grupo en la Diputación. La institución provincial, tras años de hegemonía popular, está ahora regida por el único diputado de Ciudadanos, con apoyo de 12 escaños del PP y la Junta, también gobernada en Valladolid con acuerdo de estos dos partidos, cuenta desde esta semana con una delegada territorial, una política veterana que conoce bien el resto de administraciones, incluida la central. Ha sido Clara San Damián la última, por cuestión cronológica, que en su discurso ha apelado al diálogo, el mantra repetido una y otra vez en la investidura del presidente autonómico Alfonso Fernández Mañueco, así como eje central de la declaración de intenciones tanto de Francisco Guarido en el Ayuntamiento de la capital como de Francisco Requejo en la Diputación.

Con el panorama descrito y la posible inminencia de elecciones generales otra vez, esa capacidad de diálogo parece estar bastante lejos de esa altura de miras, más allá de los partidos. Partidismos, cuando no personalismos, que resultan absolutamente contraproducentes para los intereses de la ciudadanía que todos prometieron defender al acceder a las distintas instituciones. Porque, pese a la parálisis que implica la falta de entendimiento para un Gobierno central, lo que deriva en no disponer de los recursos necesarios porque sigue sin haber nuevos presupuestos generales, sin discutirse la más que necesaria financiación autonómica, pese a esa falta de responsabilidad, en definitiva, la vida de los ciudadanos ha seguido adelante y, en el caso de Zamora, los mismos problemas se repiten o se agravan sin que hayamos asistido a una puesta en común de dirigentes que es lo mínimo exigible cuando se desbrozan datos sobre el desastre demográfico.

Si hay que tirar de ironía, podría decirse que la única administración que ha reaccionado de forma inmediata a una de las noticias del pasado mes de agosto es el Ayuntamiento de Zamora con el establecimiento de una tasa de nueve euros al año por perro. Los 9.000 canes censados son tantos como los menores de 20 años en Zamora, y cuatro veces más que los zamoranos de cero a cuatro años. Los jóvenes se han seguido marchando en estos meses, la mayoría menores de 30 años con mayor nivel de formación académica y profesional. Más de 7.500, de los que 3.000 han firmado un contrato en otra provincia, lejos de la que los vio nacer y a la que difícilmente volverán sin incentivos.

Ha comenzado el curso escolar con el cierre de otras tres escuelas en otros tantos pueblos al inicio de curso. Se salvó Villalba de la Lampreana con solo tres alumnos, por debajo del mínimo. Si, como aseguraba en una entrevista en este diario el premio nacional de las bibliotecas móviles José Crespo, cada cierre de escuela es un portazo al mundo rural, ya pueden ir llamando a cerrajeros los 248 municipios de la provincia, porque los pueblos se degradan a marchas forzadas. Una vez pasada la euforia veraniega, esa que llena cada rincón de la geografía zamorana de emigrados y turistas, hemos podido comprobar la cruda realidad. Y si, durante el estío, los visitantes se quejaban continuamente de los problemas de cobertura, esta misma semana la falta de infraestructuras básicas ha protagonizado indirectamente una tragedia: un hombre muerto en su casa de Pozuelo de Tábara durante días, al que la familia intentaba localizar a través del móvil, pero no había cobertura.

Parece que sí, que los responsables de las administraciones tienen motivos más que sobrados para poner en práctica la filosofía de sus discursos. Porque, a estas alturas, y puesto que la interinidad en Moncloa no parece que se resolverá a corto plazo, seguimos sin conocer cómo las instituciones que nos gobiernan piensan poner en práctica esas medidas con las que pretenden dinamizar las provincias más deprimidas, como es el caso de Zamora, de dónde saldrán los necesarios fondos y en qué condiciones podrán llegar desde, por ejemplo, la Unión Europea. Un extremo que preocupaba al colectivo Viriatos que, días atrás, se preguntaba por la posición de la provincia en la carrera de la reivindicación entre los más pobres, alertados de que la movilización que muestran otros territorios como Teruel, Soria o Cuenca nos deje descolgados también del tren de las cenicientas. Otra plataforma, Zamora 10, obtiene el respaldo de la Junta para sus proyectos, pero el propio presidente Mañueco pide paciencia a la hora de hablar de financiación. Una respuesta que puede interpretarse como lógica si se analiza dentro del bucle nacional que atrapa a todos y del que solo pueden salir aquellos que se niegan al entendimiento. Mucho hablar de diálogo, pero más pesa el espíritu carpetovetónico tan alejado del pragmatismo germano que durante años ha hecho posible gobierno de coaliciones entre conservadores y socialdemócratas.

Los problemas de la España vaciada han caído en estos meses a segunda división. Ni Sánchez ni sus ministros han vuelto a decir una palabra sobre proyectos que parecían sólidos y consensuados como la rehabilitación de Monte la Reina. Pero no teman, volverán a la primera línea de los programas de los partidos en cuanto se disuelvan las Cortes si, como todo indica, el diálogo exigido por los ciudadanos en las urnas el pasado mes de abril ha resultado papeleta mojada.