Nunca se había hablado tanto de Groenlandia, por lo menos desde la canción de los Zombies que está a punto de cumplir los cuarenta años. Trump descubrió este verano la mayor isla del planeta, porque Australia es un continente, y se animó a comprarla. El presidente de Estados Unidos intuye que el cambio climático también tendrá ganadores, y es el único ser humano más preocupado por su continuidad en el mundo de los negocios que por su renovación en la Casa Blanca.

El escándalo internacional ante la compraventa olvida que Estados Unidos se redondeó mediante adquisiciones sucesivas. La Florida fue comprada a España, Napoleón les vendió Louisiana y Alaska fue pagada a Rusia. Hay apartamentos de lujo en Manhattan que cuestan más que la suma de esas tres incorporaciones gigantescas, en el rango de unos millones de euros. Solo cinco millones por la península meridional limítrofe con Cuba, por debajo del precio medio de un chalet en el litoral de Miami.

"No, gracias" resume la respuesta de los groenlandeses y de sus administradores daneses ante la oferta de Trump. En su honor, han reaccionado con menor estridencia que un político latino, y el imperator estadounidense debió aprender de la discreción que guió a los alemanes a la incorporación de Mallorca, a la que denominan "nuestra isla" sin rebozo. Por no hablar de la flemática instalación en la Costa del Sol de una vibrante colonia británica, que ningún patriotismo desea recuperar.

Groenlandia multiplica por cuatro la superficie española, pero está habitada por menos de sesenta mil personas. En la unidad de medida de todas las cosas, equivale a que Madrid contara con un millar de habitantes. La publicación de la noticia geoestratégica más importante del verano fue una exclusiva del "Wall Street Journal" de Rupert Murdoch, que presume de gozar de los oídos de Trump en una constatación relevante a la hora de determinar si la polémica le interesaba a la Casa Blanca como cortina de humo. Para los ingenuos que confían en una información gratuita, la confirmación de que el presidente americano quería realizar la mayor inversión inmobiliaria de su carrera conllevó el esfuerzo conjunto de cuatro redactores, además de los servicios editoriales adyacentes.

Para los españoles en edades nostálgicas, el ingreso de Groenlandia en las portadas reverdece los tebeos del Capitán Trueno. Su inseparable Sigrid de Thule reinaba en esta geografía groenlandesa, donde Estados Unidos ya posee su base militar más septentrional. La compra peca por tanto de redundante.