En una larga entrevista que le hacían el pasado día ocho en un periódico español al expresidente del Gobierno, Felipe González, que si no recuerdo mal, fue presidente del Gobierno de España durante 14 años ininterrumpidos, decía que el "modelo de capitalismo triunfante está destruyéndose a sí mismo por su insostenibilidad".

Estoy completamente de acuerdo en esta afirmación. Los primeros que se dieron cuenta de que resultaba más fácil producir bienes de consumo que venderlos fue el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica bajo el mandato del trigésimo tercer Presidente, Harry S. Truman que al finalizar la II Guerra Mundial se dio cuenta que el país había conseguido poner en funcionamiento una industria tan poderosa como nunca se había conocido en la historia, pero mientras los países europeos no recuperasen un mínimo sus economías no podían adquirir los bienes sobrantes producidos por ellos. Así pues, el Plan Marshall no se concibió como si se tratara de una ONG, fue una acción más prosaica que se llevó a cabo por dos motivos fundamentales: primero porque en un mercado libre no intervenido se genera un estado de gran inestabilidad y no está asegurada la paz política y, segundo porque para que a los países productores le vaya bien tiene que irle bien a los compradores para poder adquirir los bienes producidos. Gracias a este plan Europa, excepto España por razones políticas, se recuperó económicamente muy rápido y los Estados Unidos pudieron hacer frente al gasto que supuso la guerra de Corea y los franceses la del Suboeste Asiático.

Para escribir esta columna me he inspirado en el ensayo de Joan Subirats sobre el cine del director británico, Ken Loach, titulado "Situarse en el margen: La mirada de Ken Loach sobre la evolución del Welfare State, en Gran Bretaña y más allá". Está recogido en el libro "La política es de Cine" coordinado por: Manuel Alcántara Sáez y Santiago Mariani. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Como ustedes saben Loach es un cineasta que aborda en sus documentales y en las películas los temas políticos y sociales de su país surgidos después de la II Guerra Mundial.

En medio del desconcierto, que es el motivo central de la política actual del Reino Unido de la Gran Bretaña, lo que vamos descubriendo es que resulta patente la mediocridad de sus líderes desde la llegada al poder en 1979 de la "Dama de Hierro", Margaret Thatcher.

En lo que estamos viendo en el Parlamento Británico es que no debemos minusvalorar la intensidad y la ferocidad con la que abordan los asuntos del Brexit los parlamentarios. Lo primero que debería de hacer el Primer Ministro, Boris Johnson, es educarse a sí mismo sobre los límites y las posibilidades del poder de la libra esterlina, el político de su país en el contexto internacional y aceptar que ha sido el Parlamento el que ha llevado a la sociedad inglesa a una crisis y un conflicto insólito hasta ahora. En política exterior, ni Johnson ni sus antecesores han sabido definir con claridad qué tipo de acuerdo más allá del político quieren para separarse económicamente de la UE. Lo único que han dejado claro es una de las cosas que afirma Subirats en su ensayo, "la conversión de ciudadanos movilizados e implicados a usuarios de servicios y votantes cada cierto tiempo".

El expresidente Felipe González, en el fondo, lo que está diciendo es, que nadie piense que el acceso a la política del bienestar es algo caído del cielo y obtenido de una forma accidental porque las políticas liberales con la externalización de los servicios lo han propiciado, es una acción creada por los partidos socialdemócratas europeos que no son una ONG, ni piensan que los empresarios son los malos malísimos y los buenos buenísimos los obreros, pero saben que la gente prefiere vivir bien a vivir con estrecheces y exigen que su trabajo haga posible dos cosas: ser tratados con dignidad y que los empresarios puedan seguir creando riqueza.

No estamos hablando de un tema específico de Gran Bretaña, lo traigo a esta columna porque los políticos de ese país han contribuido de manera notable al surgimiento de los partidos populistas tildados de peligrosos para la democracia por su discurso para desunir a la sociedad civil y porque es un tema que tiene dimensiones globales. Se trata de un ciclo largo que tiene sus inicios en la década de 1970 con la búsqueda de la eficiencia aplicando las lógicas neoliberales en los servicios públicos, tampoco importan demasiado las condiciones de seguridad en el trabajo. Paralelamente se fue produciendo una erosión salarial y la consiguiente necesidad de aumentar los horarios del trabajo.