No ha mucho salió el Reporte Mundial de la Felicidad para el 2019. Ya son siete los años consecutivos en los que la Organización de naciones Unidas realiza un análisis extenso de los niveles de felicidad global. Puede parecer algo baladí, pero no. Detrás de esta publicación se encuentra el trabajo riguroso de investigadores y académicos del mundo que se entregan a la tarea de entender qué explica la felicidad de las personas e identificar las condiciones que favorecen su bienestar.

Al igual que Finlandia es el país con el nivel de felicidad más alto, Sudán del Sur es el país con el nivel más bajo. Con respecto al año pasado Estados Unidos ha caído un puesto ocupando el lugar 19, por lo que se ve no es para tanto. Lamento tener que decir que entre los diez primeros países con valores altos que fomentan el bienestar a nivel país, no se encuentra España, un año más. Finlandia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Holanda, Suiza, Suecia, Nueva Zelanda, Canadá y Austria están en el top ten de la felicidad atendiendo a las seis variables fundamentales en estos menesteres y que son, a saber: ingreso, expectativa de vida sana, relaciones sociales, libertad, confianza, generosidad y ausencia de corrupción.

En esto último debemos ser los primeros de un ranking aún por estudiar. Solo faltaba Esperanza Aguirre para completar el vecindario del patio de Monipodio político. La corrupción, amén de otras variables, nunca nos va a permitir figurar entre los países más felices. Tampoco estamos entre los cinco países que han registrado el mayor deterioro y que son, por este orden, Venezuela, Yemen, India, Siria y Botswana.

España, la pobre España, tan denostada últimamente, ha caído dos puestos. Va en caída libre y todo sabemos por qué. Ocupamos el puesto 36. Tampoco es como para lanzar cohetes. La pobre España, al igual que otros países del Mediterráneo, como Italia, Grecia y Portugal, se ha visto penalizada por la crisis económica mundial y la corrupción que nos lastra de malas maneras. Quiere ello decir que somos un país infeliz. Yo creo que no. Lo que sí creo es que no se dan, si no todas, si un buen número de las variables necesarias para recuperar cotas de felicidad.

Precisamente los diez países con las caídas más grandes en el índice de la felicidad han experimentado alguna combinación de estrés económico, político y social. Deben ser las tres pesadas cruces que también arrastra España. Que malo es eso del estrés. En España y viendo lo que pasa cada día a todos los niveles el estrés en cuestión debe ser un 'esseis' o un 'esocho' de tomo y lomo. Si encima, nosotros, cada españolito, no hacemos nada por tener vidas más felices y plenas, vamos a seguir cayendo en picado.

Esto de la felicidad puede incluso ser complejo. No aconsejaría a nadie medirla en término materiales porque nos puede hacer más infelices todavía. Dicen los que nos estudian, los que toman el pulso a nuestro estado anímico y saben si somos o no felices que el hecho de que España sea hoy un poco menos feliz no es casual. Los analistas evalúan en particular la situación que compartimos con griegos, portugueses e italianos. Quizá porque los ciudadanos de estas cuatro naciones hemos los más golpeados por la crisis en la Eurozona. Ya me gustaría que nos situaran al nivel de los nórdicos que, no me diga porqué, siempre se libran. Parece ser que una de las causas que altera nuestra felicidad es la percepción de una constante pérdida de libertad para tomar decisiones clave en nuestras vidas. Tremendo que no podamos decidir por nosotros mismos. Eso de que acierten y se equivoquen por nosotros no resulta gratificante para nadie. La verdad es que somos dos puestos menos felices que ayer y no sé si cuatro menos que mañana.