Las Edades del Hombre están en Lerma. Allí nos dirigimos desde Madrid, tras la visita como de costumbre, cuando bajo de Galicia, al Museo del Prado, donde nos aguardaba Fray Angélico, por haber reservado la entrada con antelación, para no agobiarnos con la espera bajo el sol inclemente de la capital de España.

De Angélico a "Ángeli". El camino estaba claro. Las Edades del Hombre, en Lerma, se titulan "Ángeli". Todas las obras son referidas a esos seres celestiales que desde los primeros libros de la Biblia aparecen como embajadores de Dios, mensajeros, o enviados a la tierra para socorrer a la humanidad o ejercer la justicia divina.

En la piedad popular la devoción a los ángeles fue antaño más intensa que ahora. Corren tiempos en que creemos estar más necesitados de un psiquiatra de cabecera que de un Santo Ángel de la Guarda. Ya sé que barro para casa, por ser mi tocayo, pero estoy convencido de ello, como también afirmo que no entiendo haber salido de apuros increíbles sin la ayuda de mi santo patrón angélico.

Los Ángeles nos remiten a la pregunta existencial del mal en el mundo, con el combate entre ellos por el dominio de las almas. En la tradición cristiana tenemos a San Miguel Arcángel vencedor del demonio y su soberbia. El mal está aquí y quizá más cerca de lo que pensamos pero hay quien lo ignora con tanta ingenuidad como intenso es el empeño de los que se recrean en ello y lo fomentan. Entendiendo por el mal, no sólo daños de guerras y conflictos sociales, sino el abuso de poder y la violencia, la injusticia, la indiferencia y el egoísmo de nuestro tiempo.

En las sedes expositivas de Lerma tenemos bien visible esta dualidad sobre la que bascula nuestra existencia: el bien y el mal, capitaneados por ángeles buenos o malos, por radiantes fuerzas celestiales u oscuras e infernales. La iconografía tradicional representa los ángeles vencidos en forma de seres monstruosos cuyo aspecto físico ya delata que nada bueno cabe esperar de esos diablos cuya vista causa espanto, como así pretende mostrar la escultura impresionante, y acertadamente colocada, de Luis Salvador Carmona. Pero, junto a cuadros y estatuas de este tipo característico del demonio vencido, descubro un grupo escultórico que supone la excepción de la dualidad que venimos señalando: Un San Gabriel tiene al demonio bajo sus pies con un aspecto casi tan bello como el del propio vencedor. Se trata de la primera representación que contempló, del ángel malo, con nuestro mejor aspecto humano: bello y atlético, o sea, una figura barroca de la mejor traza, pero con un significado inequívoco que sólo un artista como Gregorio Fernández (el autor de los famosos Cristos yacentes) se atreve a representar: el mal está en nosotros, y bajo nuestra mejor apariencia se esconde el pecado, la corrupción, el doble juego, la maldad causante del dolor. El ángel caído ya no es un demonio con cuernos, fauces terribles y rabo, somos nosotros cuando nos apartamos de la senda del amor con las mejores armas del egoísmo, del disimulo, del engaño. Qué gran lección la del genial escultor de Sarria (Lugo) que ignora los patrones tradicionales de la representación del demonio y le pone un rostro humano, hasta bello y atractivo.

Las Edades del Hombre en Lerma son las de la humanidad con mejor y peor cara, simbolizada en los ángeles buenos y malos, en el Ángel de la Anunciación de Botticelli (con sorprendente animación digital), en el ángel-cupido que atraviesa con el dardo divino el corazón arrobado de Santa Teresa, o las esculturas de Ángeles custodios de factura napolitana o española. Y con piezas de extraordinario valor que allí podemos contemplar bien cerca como una Anunciación en madera tallada, dorada y policromada de Felipe Bigarny, procedente del retablo de la Capilla del Condestable, de la Catedral de Burgos.

Para colmo de agradables sorpresas me percato que hay expuestas nada menos que ocho piezas procedentes de la provincia de Zamora y una de ellas tan bella que ha sido elegida como broche de oro de la exposición; se trata de la pintura al óleo sobre tabla: "Cristo en majestad, rodeado de santos" procedente de la Catedral de Zamora.

Ninguna otra edición de "Las Edades" ha tenido tantas piezas de origen zamorano, a excepción, claro está, de Remembranza y Aqva.

A mayores, un compositor de Toro, David Rivas, es el autor de la música de fondo que acompaña el recorrido.

Los tesoros artísticos expuestos son muchos y vistosos. Hay lienzos espectaculares del Greco, de pincel fulgurante y místico, así como lienzos y tallas ciertamente deslumbrantes. Aunque por otra parte eché de menos alguna muestra de esas humildes pinturas, láminas y estampas, realizadas con innegable encanto y valor testimonial, de la devoción a los ángeles custodios en la piedad popular.

Acabo con el recuerdo de la imagen de uno de ellos, en talla magnífica, procedente de la Iglesia de la Trinidad, de Toro. Un Ángel de la Guarda conduce a un niño tan pequeño que, por su tamaño y aspecto, bien parece que acaba de aprender a andar. Bonito mensaje para indicarnos que conviene seguir los pasos de quienes nos protegen y guían por la senda del bien.

Permítanme el consejo: Vayan camino Lerma. No les defraudará.