Espíritu o alma errante, el miedo a la recesión planea sobre las testas gobernantes de la vieja Europa y por las testas de los primeros paganos cada vez que este espíritu vuelve: los ciudadanos. En las últimas semanas, se ha venido hablando de ella como de tapadillo, sin alzar la voz más de lo conveniente para que nadie se asuste. Es una palabra que junto a 'crisis' no gusta a los gobernantes. Crisis fue la palabra que no se podía pronunciar ante un Rodríguez Zapatero que negó la evidencia de forma pertinaz como la lluvia en primavera y como si de un nuevo Pedro se tratara, pero con menos cerebro.

Los expertos hablaron de fin de ciclo y nos soltaron aquello de que un ciclo dura alrededor de cuatro décadas en las que todo se desgasta, incluso el capitalismo moderno. Y eso sucede porque el ser humano es proclive a los errores y cuando se le acumulan necesitan una catarsis y hacer algo así como lo que hace el pájaro fénix: renacer de sus cenizas y emprender de nuevo el vuelo. Me temo que este pájaro nace con las alas abrasadas.

Lo malo es que desde la última recesión no han pasado cuatro décadas o muy despistada estoy yo. Mire usted, no me voy a remontar al crack del 29 y siguientes, preocupada como estoy porque el fantasma que vuelve tome cuerpo. No nos hemos recuperado de la anterior y ya estamos visualizando otra que puede ser peor, más devastadora para las economías económicamente débiles. La gente mayor dice que estamos abocados a una guerra, ¡Dios nos libre!, y hacen comparaciones con tiempos pasados que en unos casos fueron peores y en otros mejores, depende de la década en la que los situemos.

Lo que ha hecho saltar todas las alarmas ha sido la caída del PIB registrada por Alemania durante el segundo trimestre del presente año ¿de gracia o de desgracia? No tardaremos mucho en saber si el dato del próximo trimestre en el que estamos inmersos también resulta negativo. ¡Dios no lo quiera! Porque de ser así, estará claro que el país habrá entrado en recesión. Y detrás de Alemania vamos todos como corderos. Es una inercia que nos arrastra sin que podamos remediarlo. Se tardará más, se tardará menos, pero como Alemania entre por esa vía muerta, que Dios nos pille confesados y con la faltriquera repleta. El ahorro que antes era consuetudinario al ser humano y ahora está de capa caída.

Cómo es posible que los líderes mundiales hayan sido tan poco previsores, tan descuidados y hayan hecho las cosas con los pies en lugar de con la cabeza para abocarnos a una nueva recesión de la que se empieza a hablar con reparo. Las hostilidades comerciales iniciadas por Trump contra todo lo que le molesta, principalmente China y la Unión Europea, tiene consecuencias. O se llega a importantes acuerdos y a posturas menos intransigentes, o esto se convertirá en la III Guerra Mundial, las armas serán las cifras y los heridos y los muertos, nosotros todos.

Ya podemos rezar por Alemania antes incluso de hacerlo por nosotros mismos y por nuestros seres queridos. De confirmarse, nadie nos va a librar del llamado 'efecto dominó'. Alemania no deja de ser el motor de esta Europa cansada y si la Teutonia unida se constipa nosotros estornudamos. Tengo para mí que ningún Gobierno podrá presumir de estabilidad. No hay más que ver cómo están Francia e Italia. Con el Reino Unido ya no se puede contar y mucho menos desde el santo advenimiento de un tal Boris Johnson que es un calco británico de Donald Trump. Dicen que la recesión se está haciendo notar. Es el fantasma que vuelve. Ojalá esté de paso.