Los niños y las niñas hacen turismo oscuro a través de sus tabletas o teléfonos móviles. No viajan a Chernóbil, como los adultos morbosos, pero sabe Dios a qué paisajes morales se enfrentan mientras sus dedos recorren inocentemente las teclas de estos dispositivos. Yo he caído, sin quererlo, en páginas horribles porque incluso en las zonas más respetables de la Red hay rendijas por las que te puedes despeñar si no colocas el pie donde debes. Los niños engordan mientras realizan estas excursiones por la realidad digital. Se hacen obesos; todos los días aparece alguna estadística al respecto. Los niños obesos acabarán ganando la batalla a los delgados, de los que a no tardar se reirán en el colegio. Justicia poética, después de tantos años de acosar al gordinflón.

No pasa nada. Nunca pasa nada. Las preocupaciones de hoy son las risas de mañana. Me encuentro en la casa de una familia conocida, donde han sacado el álbum de fotos analógico para mostrarme una escena del pasado. Mientras damos con ella, revisitamos la historia del grupo, que es para lo que sirven los álbumes.

-Yo era una gorda -dice la anfitriona- y luego, ya ves, me cambió el metabolismo.

El cambio del metabolismo es como el cambio climático: lo altera todo. He visto fotos del Ártico con osos polares delgados. Un oso polar delgado en un sindiós, como una vaca sin ubres o un cetáceo anémico. El caso es que esta mujer, que era la gorda de su clase, tiene ahora un tipo envidiable. El álbum de fotos analógico debería declararse patrimonio de la Humanidad. Tiene cuerpo, tiene entrañas, produce revisarlo una mezcla de fascinación y rechazo. Es como hacer turismo oscuro, que consiste en visitar los lugares donde ha habido grandes catástrofes o se han cometido crímenes espantosos (todas las familias guardan un cadáver en el armario).

Al regresar a casa, pongo la radio de la cocina mientras me preparo un té. Hablan de los niños obesos como de una cepa bacteriana que se reproduce a velocidades de vértigo. He ahí un ejército de futuros diabéticos para los que las piernas serán meros vestigios de un pasado en el que aún se caminaba. Da miedo escucharlo.