He tenido la ocasión de pasar mis vacaciones de verano en la localidad zamorana de Bermillo de Sayago.

Para una persona que vive en Madrid, como es mi caso (donde el agobio es constante, el calor agobiante y los ruidos, a veces, insoportables), encontrar en esta villa de Sayago algo a lo que no estamos acostumbrados las personas que vivimos en grandes urbes ha sido como encontrar un oasis en pleno desierto de agosto: calma, tranquilidad, buenas gentes en el pueblo, volver a las partidas de tute, de mus, para ver a los paisanos "romper la mesa" al poner las fichas de dominó; poder disfrutar de los bares con sus tapas, del silencio de la noche, de las tertulias con la gente del lugar, recordando hechos ya pasados... Ha sido, como digo, un oasis al que deberíamos volvernos a acostumbrar. Solemos cambiar el follón de Madrid y lo trasladamos a la vorágine de cualquier playa y, muy a menudo no sabemos apreciar la tranquilidad de un pueblo. Por ello, desearía, a través de esta cartas agradecer a las gentes de esta parte sayaguesa su acogida por la oportunidad de volver a oír los grillos, ver con mis nietos a las ovejas en sus "cortinas", ir de ranas a las charcas, etcétera.

Recuperemos, mientras podamos, el veraneo en los pueblos. No nos arrepentiremos. Y quisiera terminar con un ruego al señor alcalde de Bermillo, por si pudiera tomar alguna medida a tal efecto: los vehículos circulan a excesiva velocidad por su calle principal y por algunas adyacentes, con un instituto cercano, a la vez que pasean por ellas sus vecinos, con muchos niños jugando y ajenos a este peligro.