La nueva presidenta de la comunidad autónoma de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha declarado nada más tomar posesión de su cargo que tiene la intención de examinar con lupa las cifras de audiencia, los programas y los gastos de Telemadrid, la televisión autonómica porque -cito de forma textual- considera que ya no es un servicio esencial. Por supuesto que no, y cabría plantearse si cualquiera de las cadenas de televisión que fueron surgiendo como las proverbiales setas de la mano de las euforias autonomistas lo fue alguna vez. En todos los casos, y si me equivoco me encantaría rectificar, poner en marcha la emisora fue el resultado de una inversión con fines de uso partidista. En busca de apoyar la imagen del mandamás de cada autonomía con el fin de volver a ganar en las urnas llegado el momento. De ahí que los sesgos, las presiones e incluso la manipulación directa de los informativos fuese algo que provoca verdadera vergüenza (o la provocaría si semejante reacción formara parte de la agenda de la clase política con mando en plaza).

¿Cuentas? ¿Audiencia? Cualquier agencia de las que realizan estudios al estilo de las auditorías iba a necesitar muy pocos esfuerzos para llegar a la conclusión de que Telemadrid, ya que hablamos de ella pero con un argumento que se aplica cualquiera de sus primas hermanas, no justifica casi ningún presupuesto que se le quiera conceder. Verdad es que la propia Televisión Española cae bajo parecidas sospechas pero al menos en ese caso, y hasta que al presidente Sánchez se le ocurrió nombrar una administradora única a la que no hay forma de sustituir, existía una mínima voluntad de convertir la cadena en independiente siguiendo el modelo de la BBC británica. Ni que decir tiene que jamás se logró pero, al menos, la tendenciosidad y la manipulación es en TVE un vicio menor si se compara con las cadenas autonómicas. ¿Hace falta nombrar a TV3 para que salten todas las alarmas?

En realidad el problema trasciende a las televisiones porque cabe suponer lo que sucedería si se hiciese un estudio de costes y difusión de, por ejemplo, los libros que se publican a la mayor gloria de un personaje con autoridad o de la ideología que éste defiende. ¿Qué tal si se examinasen los almacenes de las instituciones que guardan pilas y pilas de volúmenes que ni siquiera se llevaron nunca a una librería? El problema es el mismo: el de uso de los dineros públicos con un fin que no tiene nada que ver en absoluto con ningún servicio público que se quiera prestar.

Los periodistas le preguntaron de inmediato a Díaz Ayuso si sus palabras querían decir que piensa cerrar Telemadrid. La presidenta contestó que esperará a los resultados del estudio que quiere realizar. Pues bien, ¿se apuesta alguien a que todo el asunto de la alarma por los dispendios inútiles de la cadena quedará a la postre en nada?