La imagen es enternecedora, impactante. La publicó en portada La Opinión-El Correo de Zamora el pasado miércoles, 28 de agosto, festividad de San Agustín. Si aun no la han visto, háganlo. Merece la pena, especialmente en estos tiempos de móviles con aplicaciones hasta para sacarse el cerumen de las orejas, de tablets que te comunican con el Más Allá sin pasar por el confesionario y de ingenios que harían las delicias (o lo mandarían al otro barrio) del mismísimo Julio Verne. La foto de Chany Sebastián vale más que todos los tratados de Naturaleza, Zoología y Sociología que se hayan escrito.

Verán: un zorro con cara de inocente (juzguen el oxímoron: un zorro inocente) pasea como si tal cosa y a plena luz del día por una calle de Villarino de Cebal, posiblemente el pueblo más despoblado (otro oxímoron gordo) de Zamora. Cuatro personas, sentadas y apoyadas en una pared, lo observan. A la izquierda, una niña rubia, sin cacharrito entre los dedos (¡rarísimo!) y con cara de hastío y de no entender nada. A su lado, una mujer, con una bolsa de patatas o gusanitos, mira con sorpresa y recelo. Completan la escena dos hombres mayores que sonríen con su sabiduría de siglos. El que parece más fuerte casi ríe abiertamente como si tratara de explicar lo inexplicable. El otro, con una visera que forma parte de su fisonomía, tiene las manos juntas y una expresión en la que cabe todo, desde la socarronería hasta el escepticismo pasando por algo así como "ya veis adonde hemos llegado, esto es lo que hay".

¿Y el zorro? El zorro no se altera. Tiene la cabeza gacha, olisquea y no da síntomas de alarma. Está acostumbrado a la presencia humana, a que no se meta con él ninguno de los tres habitantes de Villarino. Ahora, claro, es agosto y hay más, unos cuantos más, los emigrantes que han retornado por unos días y sus descendientes, entre ellos la niña rubia que forma parte del cuadro. ¿Se lo creerán cuando lo cuente en Madrid o en Vizcaya?, ¿se lo creerá el profe de Conocimiento del Medio, que tal vez le haya hablado de lo dañinos que son los raposos (¿conocerán esta palabra?) que se comen las gallinas y se alimentan de conejos, liebres, perdices?

El zorrillo de Villarino también fue a la escuela. Y allí el Zorro Maestro le enseñó a prevenirse de los humanos, a no acercarse a ellos por la cuenta que le tenía. Y posiblemente le advirtiera sobre las trampas, los cepos, los venenos, las escopetas y los pueblos. Nada de pisar los pueblos, siempre en el campo y en las huras. Y también le comentaría que la literatura humana no ha tratado demasiado bien a los zorros, sino que los ha presentado como tontos. Por ejemplo, en la fábula de la zorra y las uvas, o en el cuento del zorro que dejó huir a un alcaraván por abrir la boca y decir "al alcaraván comí", o en el relato en el que un zorro cae a un pozo por querer atrapar un enorme queso que, en realidad, era la luna llena reflejada en las aguas. Sin embargo, el cine ha tratado mejor a los zorros, aunque solo sea por las películas en las que un anónimo y hábil espadachín iba marcando con zetas a los "malos" mientras ayudaba a los pobres y desfacía entuertos por doquier. Y ahí está Antonio Banderas para corroborarlo.

Es de suponer que el zorrillo seguiría a rajatabla las enseñanzas del Zorro Maestro... hasta que llegó a Villarino de Cebal y vio que nadie se metía con él. Es más, los tres vecinos, y los que llegaban los fines de semana y en vacaciones, compartían con él tiempo y comida y lo consideraban un vecino más.

-¿Tú sabes lo qué es la España vacía?, le preguntó un día el Zorro Maestro.

-¡Cómo no lo voy a saber si vivo en Villarino de Cebal, en Aliste, en Zamora!, contestó el zorrillo.

Y el Zorro Maestro tuvo que rectificar algunas de sus creencias sobre la condición humana y también sobre la propia naturaleza de los raposos, que pueden adaptarse a vivir en sociedad con los hombres sin que, obligatoriamente, tengan que enfrentarse y agredirse. ¿Qué pasará por la cabeza del zorrillo estos días de ajetreo, fiestas y demás en Villarino?, ¿entenderá algo de la zumba, del taller de "jumping clay" y de la música y danzas folclóricas que han acompañado a la misa en honor a San Bartolo, patrono de la localidad? Quizás el pobre zorrillo ande ya añorando la entrada de septiembre y, con el nuevo mes, la tranquilidad de esos días en los que únicamente andan por el pueblo él, el señor José Manzanas y sus 96 años, Tasio y Domingo Fernández, los tres hombres que resisten allí, junto al río Cebal.

Pero, ¡ay!, llegará un momento en que falten todos sin que nadie los releve desde otoño hasta agosto. Y entonces, el zorrillo también tendrá que irse. Y en Villarino, no solo faltará la presencia humana y la del zorrillo inocente, sino muchas otras cosas. Esas que nos ha contado, en un expresivo y atronador silencio, la foto de Chany Sebastián.