Después de los últimos episodios provocados por una depresión aislada en niveles altos, una Dana que, lejos de ser un nombre de mujer, es un incordio meteorológico, los expertos avisan: "Europa sufrirá inundaciones cada vez más potentes vinculadas al cambio climático. Parece ser que lo ocurrido a causa de la impenitente "gota fría", la Dana, no ha sido nada si lo comparamos con lo que vendrá en próximos años. Hemos maltratado y seguimos maltratando a la madre Tierra; hemos maltratado y seguimos maltratando al clima y a todo lo que la madre Naturaleza nos pone por delante, como un generoso regalo, hasta el punto de que se nos está volviendo todo en contra, nos está castigando de la misma forma que los humanos, capitaneados por Gobiernos insensibles, hacemos con ellos.

La magnitud de las inundaciones en buena parte de Europa está empeorando a un ritmo constante. Las crecidas en los países del noroeste europeo han sido un 5% más cada década. Y así viene sucediendo desde 1960. Los motivos son claros y se correlacionan directamente con los patrones de cambio climático. Permítame que insista, al modo y manera de Matías Prats en el conocido anuncio, porque los seres humanos no acabamos de concienciarnos de la magnitud del problema y del origen del mismo, para así acabar con él y hacerlo de forma drástica, porque urge, porque esto se nos va de las manos, porque nos estamos cargando el mundo que conocemos.

Indudablemente, el riesgo no es igual en todo el continente europeo. Y no sólo la furia del mar, o la crecida de los ríos ponen en peligro vidas y haciendas, también sobre los arroyos recae la atención preferente de los expertos. Efectivamente, en un futuro próximo, el riesgo vendrá por los arroyos y afluentes. Los países que pueden salir peor parados son Reino Unido y Alemania. España no representa más riesgos que Italia o sur de Francia.

Dicen que quien avisa no es traidor. Los científicos se han apresurado a estudiar el fenómeno para, a renglón seguido, advertir a los países, fundamentalmente de Europa y a sus Gobiernos. De poco va a servir tanta advertencia, tanto consejo como se nos da, si los Gobiernos no adaptan y actualizan los planes de protección de riadas. Da la sensación de que si los gobiernos estuvieran convenientemente preparados, las riadas no alcanzarían la magnitud que han alcanzado en tantos puntos de España.

No terminan de espabilar, no terminan de hacer los deberes para poder progresar adecuadamente, a tenor de las advertencias. Si no se puede construir cerca de los ríos, impídase. Si es necesario drenar los ríos, hágase. Si hay que supervisar constantemente los cauces para evitar males mayores, supervísese. Pónganse a trabajar, siempre les pilla el toro y hasta que no cornea no se mueve un dedo. Lo malo de la cornada es que siempre se la llevan los mismos. Casi siempre, gente humilde, gente trabajadora, gente que no existe para algunas administraciones, si existiera estarían más protegidos.

No hay estructuras de defensa contra las riadas, sabiendo que las riadas no son algo excepcional. Eso de prevenir mejor que curar, no va con las distintas administraciones patrias. Empezando por el Gobierno central, siguiendo por las comunidades autónomas y dando participación a Diputaciones y Ayuntamientos. Todas a una, hombro con hombro, evitarían las desgracias que para muchas familias supone que el agua desmandada se lleve sus casas y sus enseres, dejándoles literalmente en la calle. Vamos de crecida en crecida. Y esto no está siendo nada, para lo que habrá que soportar en años venideros.