Me encanta Zamora, hablo de la provincia, en verano. No hay festejos como los que se organizan en tantas localidades, de norte a sur y de este a oeste. Mientras Zamora, la capital, se queda, la provincia avanza, por lo menos en alegría, en ganas de divertimento, en participación., En la capital somos más parados. Nos despendolamos cuando llegamos a otros puntos de la Zamora rural. Quizá sea la inercia de los habitantes del lugar. Todos los pueblos constituyen ejemplos, pero si debo elegir uno, me quedo con Toro.

Los toresanos son especiales. Es un pueblo único y no sólo por el buen vino que ya desató la inspiración de Adame, Torrado y Díaz Giles, autores del libreto y la música respectivamente de 'El cantar del arriero', y de los buenos jamones y embutidos del sin par Elier Ballesteros también porque saben divertirse, saben sacarle partido a costumbres y tradiciones que van de la vendimia al Carnaval, pasando por San Agustín. No hay veranos como los veranos de Toro, ni fiestas como las de San Agustín, con permiso de los benaventanos y su internacional 'Toro enmaromado'.

El verano cultural de Toro raya la excelencia. Hasta los monumentos se alían para servir de marco a noches inolvidables en las que la música, la buena música, es el hilo conductor. En cuanto a la corrida de toros se refiere, porque de todo hay en las fiestas grandes de Toro, sólo les falta una cosa para completar: darle opción al torero de la tierra, Alberto Durán, que lleva un buen verano de éxitos. El domingo 18 cortó dos orejas y el rabo, en una faena de antología en la que el maestro demostró su clase también en el tercio de banderillas.

Tengo para mí que buena parte de la culpa de esos carteles de lujo, de ese pleno al quince que Toro vive y disfruta en verano, y en otoño y en invierno, lo tiene su alcalde, Tomás del Bien. Tomás, socialista hasta la médula, mientras Ferraz no diga lo contrario y no lo ha dicho ni lo va a decir, hace honor a su apellido. Se ha propuesto hacer bien sus cometidos como primer edil del Ayuntamiento de Toro y está cumpliendo con creces. A unos gustará más que a otros, pero lo cierto es que los festejos que programa el Ayuntamiento de Toro se llevan de calle a propios y extraños. Zamora capital se vacía para llenar Toro con sus carrozas, sus conciertos extraordinarios, sus noches blancas, su teatro, sus gigantes y cabezudos y las mil y una actividades que hacen del programa de fiestas en Toro, algo extraordinario. Zamora mira con envidia a Toro.

No oculto el aprecio enorme que le tengo a Tomás, porque es un tío llano, cercano, que tiene su trabajo que no ha dejado y al que volverá a pleno rendimiento una vez finalice su aventura política. Porque, Tomás, le ha puesto fecha de caducidad. Eso es más de lo que hace la media de ejercientes de la res política. El reenganche es lo de esa mayoría que, con su contumacia, acaba fastidiando lo que de otra manera sería encomiable.

Este verano ha sido de lujo en Toro. Luego, los establecimientos, sobre todo de hostelería, se unen y los fines de semana montan mercadillos, actuaciones en vivo y en directo. Y lo mismo te encuentras a un ilusionista que al mismísimo maestro David Rivas, tocando al piano una pieza inolvidable o bien de un clásico o una banda sonora de película. Todo el mundo se presta. En Zamora también. Sólo que al contrario, se prestan a no colaborar. Sólo la unión hace la fuerza y, por supuesto, un Ayuntamiento con ganas de darle a los ciudadanos lo que los ciudadanos necesitan, alguna que otra alegría en forma de festejo. Que bien se lo monta Toro y el alma de la ciudad de doña Elvira, que no son otros que los toresanos, ah, bueno, y las toresanas, por supuesto.