Esta columna es una reflexión que me estoy haciendo desde que los refugiados en el Open Arms se encontraban retenidos a una milla marina de distancia de un puerto seguro italiano. Acabo de informarme que la Fiscalía Italiana ha ordenado el desembarco de los desamparados y ha confiscado la embarcación.

Alguien debería explicar al iracundo Ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, que desde Atapuerca ninguno de nosotros puede asegurar, más allá de unas cuantas generaciones, de dónde procede. Alguien debería decirle a Salvini que las guerras y las grandes migraciones a lo largo de la historia han surgido por la existencia de dos necesidades absolutas: la falta de alimentos y la búsqueda de un lugar seguro donde vivir. Pero estas cosas que el hombre primitivo necesitaba, es justamente lo mismo que nosotros necesitamos ahora y sólo están disponibles, con frecuencia, en determinados lugares mientras que en otros carecen de ellas. Ahora a esas dos necesidades que existen en la mayoría de las naciones del norte de África y el Sahel, hay que añadir todo tipo de desorganizaciones políticas y sociales, desde Gobiernos fallidos hasta persecuciones religiosas políticas y raciales.

Son muchas las lecciones que se pueden obtener del Open Arms, y algunas sorprendentes. La primera que lo mismo que ha ocurrido con las grandes migraciones históricas, que no las ha parado nadie, esta tampoco va a ser una excepción. La segunda que la cooperación al desarrollo, que no es sinónimo de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) que son ayudas estatales con agencias ejecutivas e instituciones multilaterales, que invierten para el desarrollo en países considerados como necesitados de ayuda, tienen un elemento de donación, al menos, del 25%. El Reino Unido de la Gran Bretaña ha sido la primera potencia en dedicar el 0'7% de su PIB al desarrollo.

Los objetivos principales que han abordado los países donantes ha sido: "Mejora de la educación; Universalizar la enseñanza; Formación para el trabajo y formación social y desarrollo comunitario. Estos objetivos, pese a tener ya una vigencia de más de medio siglo, no se han alcanzado en el grado suficiente para fijar la población en los países citados y tampoco se ha mejorado el nivel de vida de las poblaciones. En algunas ocasiones lo que ha ocurrido es que los donantes se encuentran en una situación de fatiga, debido al escaso rendimiento de su aportaciones, y al hecho de que en numerosos casos acaban en cuentas particulares.

Ahora no se trata de enviar más dinero sin un control estricto, sino facilitar los créditos que hagan posible la creación de empresas creadoras de riqueza y el empleo de mano de obra.

La alternativa al fracaso de los programas de la AOD es un nuevo Plan Marshall similar al creado por el Secretario de Estado de EEUU de Norteamérica para Europa en 1947. No fue como se cree la llegada a espuertas de dinero a los países europeos receptores. Los empresarios en colaboración con sus respectivos Gobiernos hicieron una lista de materiales y maquinaría que necesitaban importar de EEUU de Norteamérica. El coste total de los materiales servidos era pagado directamente por el Gobierno Estadounidense y entregados a los empresarios. Capital público ingresado en el sector privado europeo. Los importadores europeos pagaban con sus monedas nacionales las compras realizadas y el importe ingresado en la cuenta oficial del Gobierno exportador cuyo dinero quedaba inmovilizado, no se afectaba a la compra en dólares. Con el dinero inmovilizado, de escaso valor internacional se contrarrestó la inflación en el Viejo Continente. Ese capital inmovilizado fue invertido en proyectos comunes entre empresas estadounidenses y europeas.

El milagro de la Europa libre se hizo de inmediato, esto es justo lo que estos países necesitan, mientras no se consiga seguirán los Open Arms y los miles de ahogados en el Mediterráneo. Exactamente igual que ocurrió desde antiguo con las grandes migraciones, mesopotámicas y europeas.

*Portavoz del Grupo del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende.