Y espero que nadie se sienta ofendido si oye la frase que a primera vista podría parecer malsonante o grosera, a algunos irreverente o irrespetuosa, a otros poco adecuada por decirla al lado de un templo de culto religioso.

Pero son las palabras la canción "Hombre preso que mira a su hijo", de Pablo Milanés, que es un hermoso poema que denuncia la tortura a los presos políticos. Y que quizá tengamos la suerte de oírla, pese a su tristeza, este viernes en la Plaza de la Catedral.

Donde hace unos años lloramos con Quilapayún la matanza por el gobierno chileno de los obreros del salitre, sus hijos y mujeres en una escuela, la Cantata de Santa María de Iquique: "Que es peligroso ser pobre, amigo / que es peligroso llorar amigo".

Donde desde hace varios años se celebra con éxito la Little Ópera: "Ah, vamos/ amor entre las copas / los besos más cálidos tendrán", del Brindis de la Traviata.

Donde los grupos etnográficos y de folklore llevan la voz del pueblo sencillo de Zamora y de otros países, a veces con sus letras "picaronas" de curas, molineros y águedas: "Y de qué le sirve a tu madre, cerrar la puerta del corral, si yo, para estar contigo, entro por la principal".

Al lado de los jardines de El Castillo que fueron protagonistas de las galas de San Pedro con sus bailes y conciertos, y hoy son de magia, teatro, humor.

Donde desde hace dos o tres años se celebra un festival del colectivo de transexuales, que se define como transgresor, pasional, confuso y hermosamente misterioso; con grupos de música que se llaman a sí mismos "mamarrachas": "Somos los que sobran / el deshecho de estos tiempos / nadie nos va a echar de menos / a menos que estemos muertos/ Siempre estaremos de más" de Somos los que Sobran de Putilátex.

Hago un paréntesis -para que no se interprete como una falta de respeto- para decir que en la misma Plaza de la Catedral y desde hace muchos más años también se canta la Salve cuando la Virgen entra en el templo, y desde hace más años aún se oye el Silencio después del Juramento ante el Cristo de las Injurias.

Porque la Plaza de la Catedral es un lugar maravilloso que merece ser conocido, admirado y compartido por todos. Porque es la calle donde todo el mundo tiene derecho a estar, pasar, vivir y disfrutar del silencio cuando respetuosamente no se oye ni la respiración de miles de personas el Miércoles Santo, y de cualquier actividad artística que respete los derechos humanos. Porque nada humano nos es ajeno.

Por eso quizás este viernes podamos oír a Pablo Milanés, de los poetas y cantautores de la Nueva Troba Cubana, cantar: "Pobrecitos, creían que "libertad" era tan sólo una palabra aguda / Que muerte, era tan sólo grave o llana / Que cárceles, por suerte una palabra esdrújula / Olvidaban poner el acento en el hombre."

Hombres y mujeres que somos sujetos de derechos y que por ello merecen respeto y tolerancia, a los que no se puede confinar ni llevar a la Casa de Campo -como decía no hace mucho algún político para el Orgullo Gay en Madrid- para que no se les vea porque no son dignos de algunos espacios, de algunas calles... Porque nada humano nos es ajeno.

Tampoco nos es ajeno las fiestas organizadas por las autoridades religiosas, que cada vez son más numerosas y salen más en procesión, con gran éxito y asistencia de público, ocupando las calles, con la colaboración de las autoridades políticas que respetan la opinión y las tradiciones de su pueblo. Y que por ser laicos permitimos también otras actuaciones que se hacen en la calle, organizadas también porque lo decide el pueblo de Zamora, aunque sean minoritarias y estén próximas a sus templos de culto que, efectivamente son propiedad de la iglesia -aunque exentas de pagar el IBI- y sobre los que deciden qué actividades festivas se realizan. Pero tienen que darse cuenta de que la calle es de todos los ciudadanos, y todos tienen derecho a tener su fiesta en paz y libertad.

Y a disfrutar del marco de la Catedral, que no va a perder la dignidad porque fue construida con manos de hombres de quienes no conocemos su nombre pero quizás cantaban como los inmigrantes del Open Arms que desembarcaron oyendo la canción antifascista Bella Ciau, o la que sonó hace dos años en la misma Plaza de la Catedral, que es de todos los zamoranos, "El pueblo unido, jamás será vencido".

O este viernes, dedicada a los que defienden compartir lo que tienen: "La vida no vale nada / Si no es para perecer / Porque otros puedan tener / Lo que uno disfruta y ama".

Pablo Milanés, para quien le guste. Gracias por cantar en libertad.