Resulta que hace unos días se publicó en este periódico una noticia referida a la desafortunada caída de una señora en la Rúa de los Francos. Y como tal hecho pudo ser leído en letras impresas dio que hablar a muchos zamoranos. Pero lo triste del caso es que esa noticia no debió obtener tal calificación, si por noticia se entiende algo excepcional, algo que se separa de la monotonía, del acontecer de la vida cotidiana. Porque las caídas y tropezones en el irregular firme de piedra de esa calle y, en general, de todo el casco antiguo, desafortunadamente, se encuentran a la orden del día desde hace dieciocho años; desde que se hicieron aquellas obras de adecentamiento de la ciudad para recibir la muestra de Las "Edades del Hombre", que junto a los dos festivales de la "Europeade" contribuyeron a poner a Zamora en la órbita de las rutas turísticas.

De manera que, desde entonces, han transcurrido dieciocho años, o sea más de seis mil días, y cada uno de esos días se han debido producir, al menos, tres o cuatro tropezones o caídas, lo que viene a equivaler a más de veinte mil incidentes. Y resulta que los ciudadanos están hartos de padecer ese problema. Pero los sucesivos gobiernos del PP, que fue quien dio el visto bueno a esa obra, que desafortunadamente estuvo acompañada de desagradables olores procedentes del alcantarillado, por defectos en los sifones, no tuvieron a bien ponerle remedio, bien fueran éstos debidos a defectos en la ejecución, o en el proyecto, o en ambas cosas. Y ahora, al leer la gente la noticia, se le ha vuelto a encender la luz de la reivindicación y pide, y exige, al Ayuntamiento que solucione ese endémico problema. Y no les falta razón, porque casi veinte años ha sido tiempo suficiente como para que media ciudad se encuentre magullada, y con el riesgo latente de repetir "suerte" cualquier día de éstos.

Pero algunos han interpretado esa petición como una crítica al ayuntamiento actual, y nada más lejos de ello, pues lo que se está pidiendo es que la corporación municipal no se limite a poner en marcha proyectos pendientes, sino también a subsanar problemas surgidos durante la gestión de anteriores corporaciones. De manera que lejos de tomárselo como una imputación, o como una crítica, el primer edil debería estar contento de tener la oportunidad de dar solución a un problema nacido bajo el manto de uno de los partidos de la oposición. Así, al menos, lo ven los zamoranos, que ahora se están acordando de aquello que "No es ninguna vergüenza tener la cara sucia, la vergüenza es no lavársela nunca" que repetía Truman Capote en "A sangre fría"

Salir por los cerros de Úbeda diciendo que la gente, hasta ahora, había permanecido callada, no se ajusta a la realidad, ni tampoco suficiente disculpa como para cruzarse de brazos y seguir dejando que la gente se estampane contra el suelo, por culpa de esos mini bordillos, que ni lo son ni dejan de serlo, de esas trampas silenciosas que aquel ayuntamiento dejó ahí en su día, para desgracia de los zamoranos. No han faltado las denuncias, ni tampoco los escritos en diferentes medios, algunos escritos por mí, uno en aquel mismo año, en el que, entre otras cosas, preguntaba irónicamente si el autor del proyecto era familiar de algún traumatólogo local, dado el elevado número de clientes que, sin duda, iban a ir a visitarlo, por obra y gracia de tal deficiencia.

"Obras son amores y no buenas razones". De manera que eso de tirar el balón fuera de banda sería algo tan absurdo como tratar de justificar que el agua que abastece a nuestros hogares, que debería ser incolora y que nos llega de color azulado, sea culpa de la mala gestión que hicieron Doña Urraca o Arias Gonzalo en aquellos años, en los que estaban entretenidos en plantar cara a Sancho II, el egoísta rey castellano.

El hecho que el PP, partido gobernante cuando se produjo este desaguisado, no esté ahora en la Casa de las Panaderas, es prueba evidente de que la gente no ha aprobado su gestión, de la misma manera que si ha aceptado la realizada por IU los cuatro últimos años. De ahí que sería menester que se agradeciera tal apoyo atendiendo las legítimas reivindicaciones de los ciudadanos.

Veinte mil caídas y tropezones deberían ser suficiente motivo para tomarse el problema en serio y ponerle remedio. Con toda seguridad los zamoranos sabrán tomar nota de quien ha llegado a resolverlo.