Ese paréntesis de alegría que supone el verano en la tierra vaciada de jóvenes el resto del año, empieza a desvanecerse como un sueño de verano pasado el ecuador de agosto y las fiestas de la Virgen de cada sitio que, hay que reconocerlo, ha permitido que la iglesia católica resuelva mucho mejor que los políticos la pluralidad de España. Porque bajo el dogma de fe de la "Asunción de la Virgen" cada territorio -ya sea nación, región, comunidad autónoma, municipio o anejo- celebra la suya: la Virgen de la Paloma en el castizo Madrid, la de Begoña que recorre la ría hasta Bilbao, la de los Reyes en Sevilla, la Virgen del Canto en Toro, la Virgen dormida del Tránsito en Zamora... Todas ellas la "Virgen de agosto" que une en su celebración la revelación divina del dogma de fe, el encuentro humano de las vacaciones de agosto y el negocio capitalista del puente festivo.

Porque las fiestas, como las bicicletas, son para el verano. Y como en la película de este nombre a veces se interrumpen por un golpe de estado, por una guerra de tres años... o por esa patera de seres humanos en peligro que recogen tiernamente los voluntarios del Open Arms mar adentro y que nadie quiere dejar desembarcar en su tierra --ya sea estado, país, nación, unión europea- porque las playas, como las bicicletas, son para divertirse en el verano.

Así que, pasado el puente de las mil vírgenes, y con el buen sabor de las fiestas de encuentros que en cada pueblo han sacudido el polvo a los rincones del alma de los emigrantes zamoranos que han llenado las casas y calles, no hay que olvidar el verano de contrastes que se reavivan en el crudo invierno y que las mismas celebraciones encierran.

Como las fiestas de los toros en plazas y encierros, donde los animales están mostrando un gran sentido común que les lleva a pararse por agotamiento en mitad de la carrera, a cobijarse a la sombra pasando de los mozos, o a quedarse al fresco de las charcas como pude ver la única vez que en Fuentesaúco asistí en los "espantes" -para intentar espantar a las incineradoras de harinas cárnicas que querían poner para quemar los piensos que volvieron locas a las vacas- en los que los toros permanecían impávidos con las patas en una charca sin hacer caso a provocaciones y aspavientos. En contraste, las plazas de los pueblos se llenan de personas que se mueven para evitar el encierro de miles de cerdos en macrogranjas, que acabarán con los ganaderos que viven en los pueblos y con el territorio rural que sólo ven como proveedor de recursos para la vida en las grandes ciudades. Y que contaminan el agua y la tierra sostenible, preocupándose hipócritamente de la huella del carbono en el aire de su insostenible forma de vida de un futuro también en el aire.

Las propias fiestas de agosto están cambiando, a mayores del boicot de los toros que pasan de espantes y recortes: "las chicas ya no quieren ser princesas" (Joaquín Sabina), o sea, reinas de las fiestas en Toro; los carriles de paja que unen los domicilios de los enamorados en Villanueva de Valrojo se han prohibido porque han aumentado tanto -¿por el cheque bebé?- que ya son un problema medioambiental; los colectivos animalistas que consiguieron poner una lona para proteger a la cabra arrojada del campanario en Manganeses de la Polvorosa, piden ahora cambiar el toro enmaromado de Benavente por un "carretón", aunque el ayuntamiento ha contestado como Gila que "si no saben aguantar, que se vayan del pueblo"; el aumento de los turistas y por lo tanto de los que tropiezan por mirar al cielo para admirar el Románico...

Lo que no cambia tanto es la despoblación que aumenta a medida que aumenta el fracasado cheque bebé de la Diputación; la incomunicación por la falta de señal de televisión, por la falta de cobertura del móvil y de Internet, que en verano permite agradecer la desconexión con el mundo pero que en invierno amenaza con aislar más a la población. Y para la que los nuevos gobernantes de la Junta proponen soluciones virtuales que nos harían partir de risa si no fuera porque nos dejan sin receta electrónica, sin consultas de especialistas "on line" y con interminables viajes en autobús por pésimas carreteras para llegar a la consulta médica.

Pasado el ecuador del tierno verano del mes de agosto en el que hemos sido felices porque estábamos juntos y celebrándolo, siento tener que acabar diciendo que en nuestras fiestas también se han colado problemas nuevos.

Como las violaciones a mujeres por grupos de hombres llamados manadas, que parecía que sólo se daban en fiestas famosas como los sanfermines o las de Bilbao y casi siempre por inmigrantes, pero que ya protagonizan las fiestas de los pueblos de la acogedora provincia como Venialbo. O las agresiones homófobas a un chico gay en el vecino y solidario Coreses, cuyo alcalde ha tenido que reiterar el respeto al colectivo LGTBI de su pueblo.

Mientras tanto y en contraste, la recién elegida en agosto Presidenta de Madrid, agradece el apoyo del nuevo partido y vieja ideología de Vox quitando hierro al asunto al llamar violencia intrafamiliar a los asesinatos de género e insinuar la existencia de una "ideología de género" que quiere criminalizar a los hombres por parte de las mujeres feministas -y hombres- que se preocupan y denuncian que todos los días de este festivo verano son asesinadas mujeres por su pareja y agredidas por nuevas manadas. Mujeres que sólo quieren vivir su vida en paz.

Sin que nos quiten lo bailado este año en esta Zamora de fiestas de la Virgen de cada lugar, donde se han bailado las banderas para hermanarse los pueblos y no para separase.