Que el ser humano, en general, tiene bastantes defectos, que trata poco, por decirlo generosamente, de reconocerlos y de superarlos, por las evidencias que numerosas veces a diario "nos brinda", es algo evidente, para quien quiera verlo y reconocerlo; pues, esas características, entre otras, tienen, entre otras consecuencias, daños y perjuicios, dolores y sinsabores, a los otros semejantes, que no tienen que verse afectados por la nefasta idiosincrasia de los que se relacionan obligatoriamente con ellos, como pueden ser las que se desarrollan en los ámbito laborales, familiares o de cualesquiera otras organizaciones a las que fuere obligatorio pertenecer; pues, obviamente, en las que no tienen ese carácter de imperativo legal, como pueden ser las de conocidos, saludados y los supuestamente amigos, cuando nos la "preparan", que hacerlo lo suelen hacer antes o después, se corta y punto final.

Pues bien, si tan "excelentes" nos creemos, y más si se tienen responsabilidades sobre equipos de trabajo, paternales, organizativas, etc., pues su proceder, sus decisiones, etc., pueden damnificar injustamente a quiénes tienen la desgracia de ser sus sujetos pasivos; debieran analizar el por qué de esa conducta, evitarla, reparar los perjuicios que les ocasionan, repito, no ser vengativos, utilizando el cargo y el puesto de trabajo, para "j..." al prójimo que "no nos cae bien", etc. Pues si hubiera, como es su obligación, que corregir, enmendar, amonestar, etc., está el diálogo que nos permite conocer el sentir de los demás, lo que ayudaría a una mejor comprensión recíproca y por lo tanto, a un mejor resultado de los objetivos y de las relaciones interpersonales, con beneficios para ambas partes, y para la sociedad en su conjunto.

Y por supuesto, debiera agradecerse las observaciones constructivas, basadas en "fundamentos de hecho y de derecho", especialmente a los" empleados públicos" de todo tipo y condición, cuando, según el "leal saber y entender" del ciudadano, no han tenido hacía él un comportamiento digno de tal condición, no han seguido los "protocolos ad hoc", no se han "molestado" como dice el sentido común, la más elemental conciencia y la normativa legal, de notificarle, por ejemplo, que un bien de su propiedad, en el que consta su teléfono, se encuentra en dependencias públicas, evitándole sinsabores, como a ellos, también le gustaría que se les tratará; o cuando, ven, aunque sea fuera de servicio, que un inmueble pudiera ser invadido, conociendo al propietario y su teléfono, y no avisarle o por WhatsApp que ni cuesta dinero y el tiempo que se pudiera emplear no llegar al minuto. Estos comportamientos descalifican a quiénes así proceden como al "cuerpo" al que pertenecen. Y luego nos quejamos, y hacemos "vendettas", y... "hasta siempre"... En vez de reconocer los fallos profesionales y humanos, disculparse, repararlos y dar las gracias por la observación, evitando "papeleo administrativo", que hubiera sido lo oportuno, para que no quedara ninguna "mancha" en su expediente administrativo. Pues "denuncia oficialmente, que algo queda"...aunque, como es habitual y "contra legem", el "silencio administrativo" sea la norma, en contra de lo dispuesto en la Ley 39/2015, de 1 de octubre, art. 24º del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas.

Pues eso, perdonar y ser perdonados, y que "hablando se entiende la gente", nadie es perfecto, cualquiera puede "cometer un resbalón", o "pasarse algunos pueblos", pues, a veces las circunstancias personales, el estrés, el no ser "adecuadamente consciente" en un momento dado, nos pudieran hacer decir, escribir o hacer, "no finamente", o desdibujar el objetivo.

Entiendo que la grandeza del ser humano es reconocer sus defectos y fallos, especialmente hacia los demás, para que todos nos superemos día a día, en todos los ámbitos de nuestra vida, para que sea mejor para todos, con el respeto, la consideración y la comunicación recíproca, lo que contribuirá a un mundo mejor para todos.

¡Ay Zamora, y zamoranos de mis entretelas!